Es un día caluroso de febrero 2018. Mientras los niños corretean descalzos por el piso de tierra, las moscas revolotean por las casitas de barro.
PUBLICIDAD
-Cuénteme, ¿qué problema tuvo con los funcionarios para sacar su carné de identidad?
-Es que ellos no escuchan. Quiere que uno hable como "coñone" y escriba muchos papeles.
-¿Cómo? ¿Qué papeles le pedían?
-Oiga, Julia es la que sabe hablar bien. Espere que ya viene.
Julia Chiqueno es una indígena del pueblo Ayoreo. Tiene 30 años, sabe leer y escribir, y trabaja en una ONG que ayuda a indígenas bolivianos de tierras bajas. Todo eso la hace notable entre los suyos.
Julia tarda media hora en llegar a Degui, una comunidad en la periferia de Santa Cruz donde viven al menos 350 indígenas ayoreos.
PUBLICIDAD
Es necesario esperarla porque es la única que "habla más con los coñone". Para los Ayoreos, los coñone son los blancos, los mestizos bolivianos que hablan español.
Finalmente aparece y podemos conocer la realidad que enfrentan los indígenas de su comunidad cuando visitan las oficinas públicas.
–Ni el nombre entienden para anotar bien, en los carné nos escriben mal el nombre a todos. No hay ningún funcionario del Gobierno que hable ayoreo. Qué van a entender cuando un Ayoreo quiere ir a la policía, al médico, a otro trámite. No hay gente que traduzca y así siempre vamos a seguir siendo discriminados en todo.
Julia habla mientras está sentada en una destartalada silla de plástico. Unas diez personas de su comunidad la escuchan y sonríen orgullosas. Todos tienen historias similares pero no las cuentan por sí mismos porque les cuesta mucho expresarse en español.
Luego de que Julia habla otros se animan. Interrumpen, le dicen cosas en ayoreo, Julia traducirá luego lo que cuentan.
Se supone que las anécdotas de discriminación en las oficinas públicas tendrían que ser historia pasada. Pero tal parece que el plan del gobierno de lograr que se brinden los servicios públicos en los 36 idiomas nativos oficiales de Bolivia se quedó en anuncio.