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Cómo estar desanimado puede alterar el funcionamiento de nuestro cerebro y nuestra relación con los demás

Nuestro estado de ánimo condiciona la forma en que tomamos ciertas decisiones. Pero, más allá de aspectos subjetivos, las emociones producen cambios reales en la forma cómo funciona nuestro cerebro. ¿En qué consiste esa transformación? ¿Qué consecuencias tiene en nuestras relaciones con los demás?

En la novela distópica "El cuento de la criada", de la escritora británica Margaret Atwood, las innumerables injusticias cometidas contra el personaje central, Offred, encuentran eco en la mayoría de los lectores.

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Cuando la joven es golpeada con una picana de ganado casi podemos sentir su dolor. Y nos repugna la terrible injusticia de su aprisionamiento.

La descripción es tan perturbadora porque sabemos que cada escena en esta obra ficticia fue inspirada en eventos históricos.

"Si tuviera que crear un jardín imaginario desearía que los sapos en él fueran reales", dijo Atwood sobre su obra en el New York Times.

Fácilmente nos ponemos en el lugar de Offred y sentimos empatía hacia ella.

Su sufrimiento toca nuestra capacidad humana de sentir lo que otros sienten.

De hecho, cuando vemos el sufrimiento de otra persona, las áreas de nuestro cerebro que regulan el dolor se activan.

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Pero nuestro propio estado emocional afecta nuestra capacidad de empatía.

Nuestras emociones cambian la forma en que nuestro cerebro responde ante otras personas, incluso cuando sufren.

Y especialmente cuando nos sentimos mal anímicamente, este estado emocional afecta cómo nos relacionamos con nuestro entorno.

"Estado contagioso"

El estado de ánimo puede influenciar el comportamiento en muchas formas. Desde nuestras amistades hasta lo que elegimos comer (cuando nos sentimos mal comemos cosas menos saludables).

Las emociones negativas afectan nuestra empatía hacia quienes sienten dolor. Foto: Alamy

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