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Cómo la declaración de Trump sobre Jerusalén pone en riesgo las estrategias antiextremistas en Medio Oriente

El reconocimiento de Estados Unidos de Jerusalén como capital de Israel plantea un problema para los aliados árabes de Washington en el Golfo, opina el corresponsal de asuntos de seguridad de la BBC, Frank Gardner.

El reconocimiento del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de Jerusalén como capital de Israel ha generado más que una simple crítica por parte de los aliados de Washington.

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En Bahréin, en la conferencia anual de seguridad Diálogo de Manama, hay una preocupación casi total de que el anuncio será un regalo para los adversarios de la región: Irán, los yihadistas de al Qaeda y el autodenominado Estado Islámico (EI).

"El presidente ha prendido el fuego y ha dejado que sus aliados árabes lidien con el incendio", expresó Elisabeth Marteu, consejera sénior del Instituto Internacional de Estudios Estratégico (IISS, por sus siglas en inglés).

Un exoficial de las Fuerzas Especiales de Reino Unido, que solicitó no ser citado, comparó el anuncio con "arrojar en un cuarto una granada sin el gancho de seguridad".

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Oficialmente, los líderes del Golfo Árabe siempre han apoyado el derecho palestino a una patria, reconociendo que es una continua fuente de quejas en toda la región, además de una popular causa panárabe y panislámica.

En privado, sin embargo, los miembros veteranos de las familias gobernantes nunca han olvidado por completo el apoyo que la Autoridad Palestina dio a la invasión de Saddam Hussein a Kuwait en 1990.

Poco después de la liberación de ese país, vi un grafiti en un muro de la Ciudad de Kuwait que decía: "Jerusalén es el eterno hogar de los judíos y quien escribe esto es un kuwaití".

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Eso fue en 1991 pero las cosas son diferentes ahora. La mayoría de la población en el mundo árabe es muy joven para acordarse de ello e, incluso, para importarle la invasión de 1990, aunque sí se preocupan por Jerusalén.

Es el tercer sitio más sagrado para el islam, después de La Meca y Medina, y conserva un lugar especial en el corazón de muchos. ¿Qué significa esto para las estrategias antiextremistas? Es un riesgo múltiple.

Primero, es un riesgo que las personas que podían no estar muy contentas con Occidente -pero a la vez no tenían planes de transformar ese sentimiento en acciones violentas- puedan repensar su posición ahora.

Hediya Fathalla, un experto en seguridad del Golfo y exfuncionario del gobierno de Bahréin, dijo a la BBC: "Hay mentalidades yihadistas latentes que están sentadas ahí pensando ‘No estoy activo pero tengo estos sentimientos yihadistas’, ¿será que esto les dará el empujón?".

El segundo riesgo se encuentra al otro lado de la ecuación, específicamente con las personas que antes cooperaban con las agencias del gobierno de EE.UU. y que ahora puedan estar menos inclinados a hacerlo.

Pudo haber excelentes relaciones de trabajo con, digamos, sus homólogos de la CIA o la Agencia de Seguridad Nacional. Pero en el fondo podría haber dudas sobre si un gobierno en Washington que haya actuado de esta manera sinceramente tenga sus intereses en mente.

Incluso en la cima jerárquica de un país, en la Corte Real de Arabia Saudita, debe haber preocupaciones por que Arabia Saudita haya decidido colaborar tan estrechamente con una Casa Blanca que acaba de enfurecer a gran parte del mundo árabe.

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Y, luego, está Irán.

La República Islámica sigue siendo rival de Arabia Saudita por el poder y prestigio en el Medio Oriente. Durante largo tiempo ha apoyado a las milicias antiisraelíes de Hezbolá en Líbano y los territorios palestinos. El ala internacional de su Guardia Revolucionaria se llama "Fuerza Quds", que significa "fuerza de Jerusalén".

"Irán siempre ha usado a Jerusalén como parte de su narrativa cuando quiere incitar a las masas árabes. Eso logró que se alineara con Hamas, así que pienso que les convendrá", consideró Hediya Fathalla.

Hezbolá y su líder, Hassan Nasrallah, están duramente opuestos a Israel.

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