Marlon Vera se ha caracterizado por tener un estilo poco glamuroso. Andar en bicicleta, lucir tatuajes, el skate y autos/camionetas de décadas pasadas le permiten responder a una distinción chicana.
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En la reciente firma de autógrafos, previo a la rueda de prensa para UFC 299, el ecuatoriano lució una camiseta oversize de la marca Supreme, zapatillas New Balance y unos pantalones holgados. Su vestimenta dista mucho de los trajes extravangantes que suelen portar los campeones o figuras de la UFC.
A pesar que no se ve tan prolijo como nos tienen acostumbrados las figuras del deporte, es precisamente este toque lo que le ha ganado adeptos. Incluso tener un estilo chicano responde a una actitud y comportamiento social.
¿Qué es ser chicano?
En primera instancia, tal como lo reseña el profesor de estudios chicanos de la Universidad de California, Alexandro Gradilla, ”lo chicano no está conectado a una nación”.
El término nació en Estados Unidos a mitad del siglo XX, aunque en 1960 y 1970 adquirió una dimensión que dista de lo “callejero, “maleducado”, “pillo” o “pícaro”. Fue desde ese momento que el objetivo era empoderar a la población estadounidense de ascendencia mexicana.
“Existen distintas teorías, pero la más aceptada apunta a que deriva de la palabra mexica, el nombre que se daban a ellos mismos los habitantes de Tenochtitlan. Lo de llamarlos aztecas vino después”, dice Jennie Luna profesora de la Universidad de California.
Indicar que no todos los mexicanos -estadounidenses se siente chicanos, tampoco está relacionado a la inmigración. “Somos de la zona del norte de México y sur de California. Esa región fronteriza es lo que verdaderamente define lo que es ser chicana”, aclaró Luna.
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El estilo chicano se caracteriza por amplios pantalones a la cadera con camisa suelta, usualmente abotonada solo en la parte superior o el clásico traje elegante de los pachucos de la década de los 40.
Esta estética comenzó a popularizarse en la escena urbana del sur de California alrededor de la época de la Repatriación mexicana en 1929, cuando el sentir de resistencia cultural mexicana en Estados Unidos tomó una fuerza reaccionaria al racismo y a la opresión.
