«Yo me confundía con mis propios sentimientos, a veces lo quería y otras no, por sus diferentes actitudes trataba siempre de tenerlo contento». Así explicó ante el jurado la exdiputada mexicana Lucero Sánchez, conocida como la «Chapodiputada» por su relación con Joaquín Guzmán Loera.
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El llanto, que provocó un retraso en el inicio de la sesión tras el receso, hizo que sacaran a la exlegisladora de Sinaloa de la sala, después de un relato abatido de su relación amorosa con el Chapo y cómo su devoción por el capo la llevó a iniciarse en el tráfico de marihuana.
«Hasta el día de hoy yo estoy confundida, porque pensé que era (la nuestra) una relación de pareja», detalló la «Chapodiputada», cuya relación con el Chapo abarcó desde 2011 a principios de 2013, cuando se distanciaron.
El romance siguió de forma intermitente. Tanto así que se encontraron nuevamente el 16 de febrero de 2014, cuando ella ya era representante electa, porque Guzmán la echaba de menos y la mandó buscar y llevar a su residencia en la Colonia Guadalupe, un barrio de Culiacán, la ciudad más poblada del estado mexicano de Sinaloa.
No se podía imaginar que esa misma noche tendría que huir semidesnuda a través de un túnel construido bajo la bañera de la casa.
«Estaba quedándome dormida cuando empecé a escuchar ruidos: muchos golpes, helicópteros, gritos. Escuché a Cóndor -uno de los secuaces de El Chapo-: ‘Tío, tío, nos cayeron».
Fue entonces cuando el Chapo se dirigió corriendo, desnudo, al baño y los cuatro -sirvienta incluida- bajaron por una escalera de madera en el hueco de la bañera.
El episodio confirma la versión del agente de la DEA Víctor Vázquez, cuyo testimonio terminó esta mañana, donde explicó una serie de operaciones para capturar al Chapo en febrero de 2014, que terminaría con su captura la madrugada del 22 de ese mes.
«Era un lugar húmedo, lleno de agua y lodo», describió, un ambiente de apenas 1,5 metros de altura -ella mide 1,52- en el que estuvo «suficiente para traumarme, más de una hora».
Aquello solo fue el culmen de una relación tóxica que se inició en 2010, en una fiesta donde ambos se conocieron, aunque el flechazo surgió un año después, cuando ella contaba con 21.
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Entonces, Guzmán confió en ella para gestionar el negocio del tráfico de marihuana, ordenándola ir a la sierra de Durango (Sinaloa) a adquirir y enviarle los paquetes de droga.
Como contó ella misma, obedeció, aunque la decisión no le agradó: se dedicó a enviarle marihuana con semilla (de peor calidad) «porque quería que se molestara conmigo y me mandara venir, pero no lo conseguí».
La Fiscalía leyó en voz alta algunos de los mensajes que ambos se dedicaban en los que, entre declaraciones de «amor», la futura diputada y el narcotraficante gestionaban los envíos de marihuana: debían ser de 10 kilogramos con un envío máximo de 400, que era lo que soportaba el avión del Chapo.
A pesar de que no recibía remuneración por su gestión de la hierba, ella enviaba la marihuana con símbolos determinados, como desvelaron sus mensajes: «El corazón es que te amo y el 4 es que bendigo el día que viniste a este mundo», explicaba Sánchez sobre la firma de los paquetes en sus intercambios.
El testimonio de la «Chapodiputada» -que en ocasiones se refería a Guzmán como «su esposo» y cuyo cargo fue revocado por su relación con el capo- también detalló algunas de las tretas del cartel del Sinaloa para el lavado del dinero.
Entre ellas, el empleo de empresas pantalla, como una que gestionó Sánchez que se encargaba de exportar jugos de frutas: nunca vendió ni un litro, pero en cuatro meses manejó alrededor de cinco millones de dólares.
Sánchez, que ahora cuenta con 29 años, apareció ante el jurado vestida con el mono de presidiaria, ya que permanece retenida en prisión federal por un delito de «conspiración de cocaína» desde el 21 de junio, cuando fue detenida al intentar entrar a EE.UU. a través del estado de California.
El Chapo apenas dirigió la mirada hacia su antigua amante, muy parecida a su esposa Emma Coronel, que presenció todo el testimonio desde la bancada del público. EFE