Yaf para “chulla vida”. Todavía se escucha por doquier esta expresión de algún quiteño antes de arriesgarse hacer algo intrépido. Chulla es una palabra que se origina en la lengua quichua que significa “uno solo” o “impar”. Por eso se dice “chulla media”, “chulla camisa“, “chulla terno“ o “chulla vida”, para referirse a una sola vida. Es así que el chulla quiteño se puede entender como un sujeto impar, soltero, que anda de acción intrépida. Tanto Don Evaristo como el protagonista de la novela de Icaza se caracterizan por tener aquella sal quiteña.
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No solo la canción del chullita quiteño de Alfredo Carpio nos da una imagen de este individuo ‘tan de Quito’. Hablar del chulla quiteño es hablar del actor Ernesto Albán, que construye el personaje de teatro de Don Evaristo o también conocido como Evaristo Corral y Chancleta. Él se basó en el libro ‘Estampas de mi Ciudad’ escrito por Alfonso García Muñoz de 1981.
Allí Albán da forma a un individuo, picaresco, de bien vestir, algo irónico, algo intelectual. Un sujeto un tanto burócrata, un tanto rebelde, que por lo general no llega al fin de mes pero siempre está con una inventiva para ser invitado a las cenas o para colarse en las fiestas.
Un tipo que iba de tertulia en tertulia cortejando a las chiquilla quiteñas. Don Evaristo trata de aparentar lo que no tiene, en una urbe en desarrollo que crece a sus aledaños, es un tipo que a penas le alcanza para el pasaje, un deudor permanente, un tipo de jerga llena de quichuismos y juegos de palabras. Un bohemio, un galán.
Otro notorio Chulla quiteño es Luis Alfonso Romero y Flores de la novela del escritor quiteño Jorge Icaza. Este chulla se caracteriza por ser un tipo, de traje negro y corbata, con salpicaduras de hidalguía y pequeña burguesía. La diferencia con “Don Evaristo”, es que el personaje de Icaza se aparece en una comedia sufrida, que a cada página de la novela se torna cada vez más dramática, donde las dualidades del mestizaje salen a flote en una sociedad de tintes arribistas.
Para el catedrático de Historia de la Universidad Central del Ecuador, Fernando López Romero, el chullita quiteño a la vez que está arraigado en la literatura, si no propiamente en la historia.
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Quito en 1930 se vivió una época de expansión en su población, la migración masiva de ambateños, latacungueños, Otavaleños, santodomingueños y carchenses hicieron que la ciudad se expanda al norte, al sur y así mismo a los valles.
La Universidad Central del Ecuador, al igual que las instituciones públicas estáteles empezaron a recibir a trabajadores y estudiantes provincianos, que convivían con los “quiteños criollos”.
Es así que el 11 de enero de 1930 se funda Liga deportivo Universitaria, ahí tanto chullas como chagras forman las primeras escuadras del plantel, sin embargo 15 años después, el equipo de Sociedad Deportiva Argentina cambia su a denominación a Sociedad Deportivo Quito de esa manera refundándose el 27 de febrero de 1955.
Para Romero la creación del equipo de futbol chulla fue un intento para configurar el sentimiento de identidad netamente quiteña, haciéndole frente a LDU, equipo formado principalmente de chagras. A pesar de ello, no se puede considerar que chagras y chulla hayan sido antagonistas, si no mas bien una suerte de iguales, de migrantes mestizos conviviendo en un todavía Quito colonial.
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En la cotidianidad
¿Quienes son los chullas Quiteños?, ¿Todavía existen?, ¿En donde están? Son incógnitas que como quiteños nos hemos preguntado. Los chullas quiteños tal como se lo conocía antes galante, bohemios y piropeando a las chicas se han ido perdiendo en el tiempo. Sin embargo en la plaza grande y a los alrededores del bulevar de la 24 de mayo todavía se puede percibir personas de edad avanzada que se dedican a oficios tradiciones como los que elaboran las mistelas, zapateros, carpinteros y sastres que todavía mantiene esta postura de chullas. Sin embargo la costumbre.