Un simple viaje en avión cambió la vida de Nicole Cutler, una joven de 28 años que comenzó a perder la audición en pleno vuelo —algo que al principio atribuyó a la presión del aire—. Pero lo que parecía un síntoma pasajero terminó siendo la pista que reveló la presencia de un tumor cerebral benigno del tamaño de un aguacate, con el que había vivido en silencio por años. Su historia es un testimonio sobre cómo los signos más cotidianos pueden esconder condiciones graves, y de cómo enfrentó cada paso: cirugías, secuelas y una reinvención con propósito.
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[ Fue al médico por una molestia al respirar y le diagnosticaron cáncerOpens in new window ]
El síntoma que cambió todo
Nicole regresaba de un vuelo entre California y Boston cuando notó que su oído derecho dejó de funcionar correctamente. En un inicio, pensó que “el oído se había tapado” por el cambio de presión, un fenómeno común en los viajes aéreos. Pero la realidad fue distinta: ni siquiera un auricular al máximo volumen lograba producir sonido en ese lado.

Alarmada, acudió a especialistas donde le realizaron una resonancia magnética y otros estudios. Fue entonces cuando los médicos descubrieron un neurinoma del acústico, un tumor benigno que afecta el nervio que conecta el oído interno con el cerebro. El tamaño estimado del tumor era comparable al de un aguacate (palta).
Lo más sorprendente, se estima que Nicole vivía con esa masa cerebral desde hacía unos 15 años, tiempo durante el que su cuerpo experimentó signos sutiles —vértigos, torpeza, pérdida progresiva de la audición— que, con el tiempo, tomaron sentido.
Del diagnóstico al quirófano: lucha y secuelas
La primera cirugía se realizó en julio de 2021 y duró alrededor de 12 horas. Debido a la localización del tumor —adherido al nervio facial— solo fue posible extirpar la mitad de la masa sin dañar funciones vitales.
Las consecuencias fueron severas, Nicole perdió el equilibrio, no pudo caminar por un tiempo, y sufrió parálisis parcial en el lado derecho del rostro y del cuerpo. La recuperación fue larga y ardua: semanas en el hospital, meses de rehabilitación física, del habla y motriz.
En 2023, los médicos comprobaron que el tumor había crecido de nuevo. Esto obligó a que Nicole se sometiera a radioterapia urgente; y en 2024, una nueva cirugía intentó remover lo restante. Sin embargo, esto vino con daños irreversibles: su movilidad facial se vio aún más afectada. Para intentar recuperar su sonrisa, en agosto de 2024 se sometió a una operación de injerto nervioso, trasladando nervios sensitivos de su pierna al rostro.
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Este último procedimiento ocasionó nuevas limitaciones, Nicole tuvo que reaprender a caminar, adaptarse a una nueva configuración física y emocional, y aceptar que algunas funciones podrían no volver por completo.
De paciente a embajadora: correr contra el silencio
Pero Nicole no se dejó vencer. Decidió convertir su historia en una causa. Se propuso correr los seis maratones más importantes del mundo como forma de elevar la voz sobre los tumores cerebrales y recaudar fondos para investigación. Hasta ahora ha completado los maratones de Boston, Londres, Chicago y Nueva York; planea participar en Berlín.
Aunque su rostro y su cuerpo conservan huellas del tumor y sus cirugías, Nicole dice que aprende cada día a “sonreír con el corazón”, valorando los pequeños logros. Su vida ahora está marcada por un control permanente mediante resonancias magnéticas, monitoreos y decisiones difíciles, pero su impulso avanza más fuerte que el miedo.