En algún momento de su vida, Maidivi Suárez Castillo fue quien salvaba vidas. Médica cubana, especialista en urgencias y madre de cuatro hijos, llegó a Ecuador en 2012 como parte de una brigada médica de cooperación internacional compuesta por más de 400 profesionales. Su compromiso y amor por el país la motivaron a quedarse, soñando con un futuro mejor para ella y su familia.
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Pero el destino le jugó una carta dura. Al perder su empleo y enfrentar una dura realidad personal, Maidivi cayó en el consumo de sustancias. Su vida se desmoronó y terminó refugiándose en el Bosque de Legarda, en el norte de Quito, sobreviviendo entre árboles, malas experiencias y adicciones. Para sobrevivir, cuidaba autos en Cotocollao, ganando apenas lo suficiente para seguir consumiendo.
Cuando nadie más la buscó, el Patronato San José sí lo hizo
En medio de la oscuridad, una mano amiga apareció. El equipo del Patronato Municipal San José llegó hasta donde muchos no se atreven: la encontraron, la escucharon y, lo más importante, le ofrecieron ayuda sin prejuicios ni condiciones. Fue allí donde comenzó la transformación de Maidivi.

Su proceso de recuperación no fue inmediato, pero sí constante. Con acceso a servicios básicos como atención médica, una ducha caliente, ropa limpia y alimentación digna, Maidivi comenzó a reconstruirse desde lo más básico. Gracias a la atención integral y el acompañamiento del Patronato, hoy lleva nueve meses limpia, y se encuentra en proceso de repatriación a Cuba, decidida a reencontrarse con sus raíces y su familia.
“Me siento una mujer fuerte, con ganas de regresar a mi país”, dijo Maidivi con voz firme y llena de emoción.
Una ciudad que cree en las segundas oportunidades
El Municipio de Quito, a través del Patronato San José, ha demostrado que la reinserción social no solo es necesaria, sino posible y real. Más de 4.000 personas en situación de calle han sido atendidas con servicios enfocados en la dignidad humana: acompañamiento psicosocial, atención médica, alimentación, talleres de formación, espacios seguros y mucho más.
La historia de Maidivi es solo una entre miles. Un testimonio de que, con voluntad institucional, compasión y una red de apoyo activa, sí se puede salir adelante. Quito no le dio la espalda. Le dio una oportunidad.