Jaycee Lee Dugard tenía apenas 11 años cuando fue secuestrada frente a la mirada de su padrastro en South Lake Tahoe, California, en junio de 1991. Dos desconocidos la interceptaron cuando iba a la escuela y la subieron a un automóvil. Desde ese momento, su vida quedó marcada por casi dos décadas de cautiverio, abusos y silencio. Lo que nadie imaginaba es que, 18 años después, la joven lograría hacer la llamada más conmovedora: “Mamá, soy yo. Estoy viva”.
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¿Por qué la policía no encontró a Jaycee antes?
El matrimonio formado por Phillip Garrido —un convicto sexual en libertad condicional— y su esposa Nancy Bocanegra mantuvo a la niña escondida en un terreno en el patio trasero de su casa en Antioch, California. Allí levantaron una serie de chozas y cercas donde Jaycee vivió durante 18 años, totalmente aislada.
Lo más perturbador es que la casa fue inspeccionada en varias ocasiones por la policía y agentes de libertad condicional, pero ninguno sospechó que la adolescente secuestrada en 1991 estaba allí. Garrido incluso llegó a presentarla como sobrina de su hermano, y con el tiempo, los vecinos asumieron que era parte de su familia.

Durante el cautiverio, Jaycee fue víctima de abusos sexuales sistemáticos que resultaron en el nacimiento de dos hijas, Angel y Starlet, quienes crecieron dentro del mismo encierro sin tener contacto con el mundo exterior.
¿Cómo ocurrió su rescate?
El caso dio un giro inesperado en agosto de 2009, cuando Phillip Garrido acudió a la Universidad de California en Berkeley acompañado de Jaycee y sus dos hijas para entregar panfletos religiosos. Una trabajadora social detectó comportamientos extraños en las niñas y notificó a las autoridades.
Cuando fue interrogada, Jaycee reveló su verdadera identidad. Tras casi dos décadas de desaparición, por primera vez pudo decir su nombre: Jaycee Lee Dugard. Su rescate no solo sorprendió a Estados Unidos, sino al mundo entero, pues se trataba de un caso que muchos creían cerrado sin solución.