En estos últimos 10 años, Tinku Perugachi ha tejido una carrera que cruza estudios formales, estudio de grabación, emprendimiento y gestión cultural, con la mira puesta en la visibilización de identidades andinas dentro y fuera del Ecuador. Su punto de partida académico fue la Universidad San Francisco de Quito, donde cursó la Licenciatura en Producción de Sonido y Música entre septiembre de 2010 y diciembre de 2014, formación que cimentó su criterio técnico y su sensibilidad para el trabajo con artistas.
El salto al campo profesional llegó antes de graduarse. En Ibarra, ingresó como pasante de producción musical en Grande Liga Records (junio de 2014 a septiembre de 2015), donde asistió en grabación, mezcla y edición, preparó plantillas de sesión y se encargó del mantenimiento de instrumentos y equipo. Ese periodo de “mano en la consola” le dio oficio, orden y un contacto directo con los flujos reales de producción.
La base se reforzó en Otavalo, en Rrec Producciones, ya como ingeniero de grabación junior (marzo de 2015 a septiembre de 2016). Ahí combinó scouting de artistas, gestión de proyectos y mantenimiento de estudio, además de diseñar flujos de trabajo en Pro Tools, Live y Cubase. En la práctica, ese rol lo obligó a moverse entre lo creativo y lo operativo, con una mirada completa del ciclo de una producción.
No todo fue estudio. Perugachi también apostó por el emprendimiento local con Chaski Express, una iniciativa con sede en Otavalo que levantó como fundador e inversor principal entre octubre de 2016 y mayo de 2020. Aunque no era un proyecto estrictamente musical, fortaleció su vínculo con la comunidad estudiantil al proveer bienes y alimentos preparados, apoyar proyectos y crear un espacio seguro de interacción. Esa experiencia social y logística luego se filtraría en su trabajo como productor y gestor.
Desde marzo de 2018, su enfoque se amplió con La Granja EC, donde lidera el departamento de sonido. El proyecto, concebido como una start-up mediática, se dedica a elaborar narrativas para artistas de minorías étnicas, con entrevistas difundidas en plataformas como Facebook e Instagram y campañas que alcanzaron a decenas de miles de personas. Esta etapa sitúa a Perugachi no solo como técnico, sino como curador de relatos y puentes culturales.
En 2024–2025, asumió la jefatura del departamento de producción musical en Amplificación y Sonido (Ibarra). Allí actuó como asesor técnico principal, gestionó solicitudes de proformas mediante el sistema TINI y supervisó instalaciones de audio en campo para templos, gimnasios, escuelas y otros recintos. El tramo confirma su capacidad para dirigir equipos, traducir necesidades técnicas a soluciones concretas y sostener estándares de servicio en entornos diversos.
Su historia, sin embargo, empieza incluso antes, en los proyectos universitarios de 2014. Participó en “Tributo a los Míos”, donde fue asistente de escenario en la gira de lanzamiento y apoyó la logística de medios, afinando la sensibilidad por la ruta del artista. Ese mismo año produjo “No Epitaph”, un álbum promovido en medios estatales y destacado en su circuito académico, ejercicio temprano de liderazgo creativo.
En paralelo, cultivó colaboraciones que anclan su trabajo a la memoria musical de Imbabura. Con el productor Alejandro Terán, trabajó junto a uno de los últimos intérpretes tradicionales de arpa de la provincia, un aprendizaje de primera mano sobre técnicas, repertorios y modos de registro que no suelen pasar por la industria.
También se involucró en “Del campo a la ciudad” como músico y productor/beatmaker: un disco colectivo que expresa la conmoción de los últimos años, con foco en las injusticias sufridas por el pueblo Kichwa. El proyecto, más que una producción, funciona como crónica sonora de un momento político-social, con la electrónica y el hip hop tendiendo la mano a los ritmos y a las voces comunitarias.
La búsqueda estética de Perugachi toma otra forma en MYWAYTRIP, banda experimental que fundó para mezclar rock, pop, hip hop y reggae con sanjuanitos e inty raymis. En ese laboratorio de influencias se observa la intención de hacer convivir códigos globales y tradición local, un rasgo que atraviesa su catálogo y su trabajo de campo.
Hoy, con base de contacto en Chicago y una caja de herramientas que incluye Pro Tools, Cubase, Ableton Live y Maschine —además de competencias administrativas como Excel y gestión en TINI—, Tinku Perugachi se mueve con naturalidad entre consola, cámara y comunidad. Su trayectoria no solo narra la evolución de un productor: cuenta cómo se levanta un puente entre los estudios de Ibarra y Otavalo y los escenarios digitales donde las minorías buscan narrarse a sí mismas con voz propia.
En suma, diez años de trabajo sostenido han convertido a Perugachi en un facilitador de historias y en un técnico de confianza. Entre cables y raíces, su discografía y sus proyectos sociales revelan una misma apuesta: hacer que la música cuente, represente y encuentre a su audiencia.

