Los antiguos filósofos griegos definieron a la envidia como “el dolor causado por la buena suerte de alguien que se nos asemeja”. Etimológicamente deriva de invidere, que significa “ver con malos ojos”.
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Ha existido en todas las épocas y en todas las culturas, y la han padecido hombres y mujeres. En estos tiempos la vida se ha transformado en una cruel competencia, y la envidia surge de la constante comparación con las cualidades y los defectos de los demás.
La sociedad del consumo
Desde la infancia nos obligan a desear lo que vemos; la sociedad del consumo funciona a partir de nuestros deseos. Queremos tener lo que tienen todos, y ser como todos.
Esa constante comparación puede estimularnos para superarnos, o sumergirnos en una fuente de envidia que nos impedirá disfrutar de la vida.
De acuerdo a la revista chilena Sano & Natural, la envidia tiene cinco ingredientes que la definen:
- Comparación: confrontación de lo ajeno con lo propio.
- Frustración: sentimiento de fracaso por no haber alcanzado el objetivo buscado.
- Desvalorización: percepción detallada y obsesiva de lo personal.
- Inseguridad: falta de confianza en uno mismo.
- Indecisión: falta de confianza en nuestros actos.
¿Qué solemos envidiar?
- El atractivo sexual.
- Los cánones de belleza que marca la época.
- Los bienes materiales.
- El éxito profesional.
- La fama.
Diez acciones para transformar la envidia en energía
- Reflexionar: analizar las situaciones, los anhelos y los deseos.
- Sincerarse: admitir los comportamientos erróneos.
- Usar la empatía: ponerse en el lugar del otro.
- Conformarse: pensar en las cosas buenas que tenemos.
- Concentrarse: no comparar la vida con la de otros.
- Valorarse: aumentar la autoestima.
- Retratarse: trazar una imagen positiva de nuestra persona.
- Ser valiente: afrontar la vida con serenidad.
- Luchar: no dejarse vencer por las adversidades.
- Confesarse: hablar con alguien siempre ayuda.