Las formas, los métodos y los nuevos paradigmas sexuales son parte de una práctica que exige evoluciones, las mismas que -en ocasiones- pueden llevar una relación al fracaso.
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Sucede que el «sexo obsesivo», es decir, automatizando una situación que debería estar influenciada por el placer o las ganas, resulta perjudicial.
Los psicólogos Frédérick Philippe y Robert Vallerand, ambos profesores de la Université du Québec à Montréal, Canadá, publicaron en el ‘Journal of Personality and Social Psychology’ un análisis en base a todas las aristas que ofrece el acto sexual.
De allí, obtuvieron la siguiente conclusión: la obsesión conduce a la mecanización del acto, la gratificación inmediata (el orgasmo) y a una sensación urgente del sexo como meta.
Estos factores son, en perspectiva, los culpables de la insatisfacción actual en torno a lo que acontece entre las sábanas.
Consultado por Infobae, el médico psiquiatra y sexólogo Walter Ghedin explicó:
A veces el traje ajeno puede quedarnos bien, en otras nos aprieta o es demasiado holgado. La sexualidad es personal, única en cada uno. Y por más que intentemos ‘copiar’ modelos generales tendremos que adaptarlos a la vivencia y habilidades propias. Recurrir a lo conocido como regla general y única puede volverse una preocupación».
El especialista agregó: «las personas se ‘obsesionan’ por rendir más que por disfrutar del encuentro, están más atentos a cumplir con las creencias de ‘lo que debe ser’ que a ir desarrollando con libertad su propio estilo. No se relajan ni son creativos, vuelven a mostrar los atributos que han probado en otras ocasiones».
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Los hombres obsesivos son más conservadores que las mujeres. En general los caracteres obsesivos son más frecuentes en los hombres. Sobre ellos cae el peso de la biología y la cultura que determina el ‘deber ser’. Son torpes para el cortejo, pierden la visión del otro y de sí mismos con tal de ajustarse a las normas conocidas. No tienen amplitud de mirada que les permita dar rienda suelta a la intuición y la espontaneidad», destacó Ghedin.
Los autores del estudio aseguraron que «esta fijación obsesiva, por ejemplo, puede perjudicar las relaciones de pareja o bien la capacidad para concentrarse en algo, pues hay quien de manera inconsciente ve imágenes de personas atractivas.
El problema no es el deseo sexual, sino cómo este se integra en la identidad de la persona y con respecto al resto de áreas de su vida. También se vincula la obsesión con las acciones violentas bajo la amenaza del rechazo amoroso y con un menor éxito en las relaciones de pareja».
«A la hora de incorporar nuevas conductas (porque las vieron o le comentaron que son efectivas), los hombres se sienten ridículos; es como forzarse a poner una prenda de otro y de un talle más pequeño. El resultado no suele ser muy efectivo. El proceso de conquista pierde espontaneidad; la inquietud interna consume energía extra, el mundo emocional se subordina a la ansiedad y la torpeza transforma lo que debería ser un promisorio encuentro en la reactivación de un complejo. La obsesión por cumplir los vuelve más ansiosos, carecen de romanticismo, hacen breve el juego preliminar y van derecho al contacto genital y la penetración», sostuvo el sexólogo.
Los compañeros sexuales apagados no presentan ningún interés. La iniciativa es escasa y el aburrimiento prevalece. Las personalidades que se obsesionan porque el sexo sea lo más efectivo posible estarán más abiertos a las experiencias novedosas si sus parejas no se acomodan a lo que ellos quieren y no se intimidan al exigir cambios en la relación.
Esta «rutinización» del sexo puede ser un arma negativa, ya que el deseo y el placer, en el universo de las ganas, es vital para que las relaciones sexuales sean exitosas.
Fuente: Infobae