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Conoce a Marino Morikawa, el especialista en recuperación de humedales

El científico que se hizo viral por descontaminar el humedal donde creció, tiene el sueño de recuperar el lago Titicaca. Metro habló con él

En el 2004, Marino Morikawa comenzó a sentir noción de la importancia del medio ambiente. “Siendo auditor y consultor de varias industrias de alimentos y agroindustrias empecé a ver que drenaban sus aguas residuales a los ríos, lagos, acequias o al mismo mar, y yo preguntaba ¿lo drenan así, no hay problema? ‘El agua lo diluye, no pasa nada’, me respondían los jefes de área. Para los residuos sólidos hacían agujeros y los enterraban. ‘Los bichos se los comen, en un tiempo desaparecen’, decían ¿Pero, no se puede hacer algo?, preguntaba. ‘No, no te preocupes’”, relata a Metro este científico peruano de ascendencia japonesa.

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Pero sí le preocupaba, y le causaba frustración no hacer algo y recordó su niñez , cuando su padre le inculcaba el respeto por la naturaleza. Así tomo la decisión de reencauzar su vida. Una beca del Ministerio de Educación japonés para estudiar  ciencia e ingeniería ambiental en la Universidad de Tsukeba fue el inicio. “Tengo que hacer algo por mi país” pensaba Morikawa, con el sueño de recuperar el lago Titicaca como meta, como sueño.

“Tuve la suerte, el privilegio de que mi padre me llevara a gran parte de la sierra, yo bajaba del carro, el esperaba y me decía, ‘te olvidas de algo, de saludar a la Pachamama, estás pisando su casa , su tierra’. Me subía al carro y otra vez mi padre: ‘te olvidaste de algo, de despedirte, de darle a la tierra gracias por todo lo que nos ha brindado’”.

Fue a  cinco mil metros de altura, en la serranía de Huaral y Huaraz donde se estrechó ese vínculo con el agua, que parecía olvidado y que ahora renacía. “’Toma, prueba esta agua’, me dijo mi padre, era agua de un glaciar, deliciosa, hasta ahora no pruebo otra igual”.

Once años después en 2017, Morikawa ya estaba preparado para volver preparado a Perú. “Mi maestría fue en biosistemas, energía renovable,  el doctorado  en bioindustrias, tratamiento de aguas residuales de cualquier índole, desde aguas municipales hasta relaves mineros, hidrocarburos y el diseño para hacer las plantas de tratamiento, me especialicé nanotecnología, una tecnología que se dedica al diseño y manipulación de la materia a nivel de átomos o moléculas, con fines industriales o médicos, entre otros. El postdoctorado fue en desertificacion, un proceso de degradación ecológica en el que el suelo fértil y productivo pierde total o parcialmente el potencial de producción. Puedo convertir cualquier desierto o zona árida en zona fértil o zona verde, no es magia, es solo tecnología y sistema de trabajo. También en recuperación de hábitats naturales y mitigación de desastres naturales”, explica.
Solo faltaba una buena razón y otra vez la niñez, esa época de los mejores recuerdos, sería  el detonante cuando al teléfono escuchó la voz de su padre. “’¿Te acuerdas del Cascajo?’ me dijo. ‘Fui a pescar,está todo contaminado’”. El Cascajo, un humedal de Chancay, aquel paraíso infantil donde solía ir los fines de semana con su familia, escenario de inolvidables picnics con la lonchera japonesa Bento repleta de oniguris, unas bolas de arroz rellenas, agonizaba.

Marino Morikawa

“Aproveché las vacaciones de verano y volví , el humedal era irreconocible, estaba lleno de basura, imagínate 800 metros de largo por 80 de ancho  y cuatro o cinco metros de profundidad en donde comían algunas aves, el agua llena de plantas acuáticas, conocidas como las lechugas de agua. De las 150 hectáreas quedaban entre 45 y 50 como consecuencia del uso agrícola, inconscientemente me arrodillé y le pedí perdón a la tierra por este descuido, por el mal accionar humano. Apoyé las manos y sentí algo especial, que había que hacer algo, se produjo una especie de telepatía con mi padre y en ese momento escuché su voz como una orden: ‘Hijo, si estás estudiando ingeniería, la carrera ambiental, ¡haz algo pues!’. Regresé a a Japón saqué todos mis ahorros, pedí tres prestamos bancarios y volví. El alcalde me apoyó, le pedí un año y  dio una ordenanza para que dejaran de llevar basura. Yo sólo, me quedé  tres noches para estudiar el viento,  la circulación de personas, y las causas de la contaminación, estudié la frecuencia del viento, su horario, su fuerza. El viento me ayudó a sacar las plantas: ‘de tal hora a tal hora, esperen al viento, no hay  necesidad de meternos al fondo, él se encarga de arriar las lechugas y nosotros las sacámos’, le decía a los colaboradores cuando los tuve, porque al principio no hubo quién me ayudara, pedía apoyo por las redes sociales pero solo obtenía un ‘Tu puedes’ y likes”.

La soledad  trabajando desde las seis de la mañana  hasta las ocho de la noche no duró mucho aunque en los primeros días nadie le creía que era posible recuperar el humedal. Al tercer día todo comenzó a cambiar cuando una señora, con bastón se le acercó para ofrecerle una bebida, preocupada porque no lo veía comer, ni beber, y la preocupación es un sentimiento que se multiplica. “Al séptimo día descansé demasiado, cansado, dormí de más y llegué tarde al humedal, me esperaban más de cien personas de la zona. ‘¡Acá estamos ,vamos a recuperar El Cascajo!’ gritaban. No soy de botar lagrimas, pero si sentí un escalofrió emocionante y las ganas de abrazar a todos,cosa que hice. Empezaban a llegar los voluntarios”.

Y entonces un día regresaron las aves.

“Yo durante el proceso iba a Japón y volvía, un día estando allá recibo una llamada: ‘el humedal está blanco’, escucho. Yo obsesionado, hipnotizado, no pregunté porqué, al otro día volví, ¿qué era? Eran las aves migratorias que estaban de vuelta”. El Cascajo estaba repleto de ellas, que parecían danzar en el aire para él, dándole la bienvenida, un año después de empezar la limpieza , la vida estaba de regreso, y él era el responsable.

El padre de Marino pudo ver antes de morir El Cascajo recuperado.  “¿Como estará el Cascajo?”, le preguntó un día a su hijo, estaba enfermo, postrado y apenas podía caminar. “Cambiate viejo”, le dijo Marino, lo cargó, lo subió al carro y allá fueron, el padre fue parte de eso, participó activamente en todas las campañas de limpieza. Ese día también danzaron las aves, como una coreografía de despedida.

El Cascajo ya es pasado, pero es el  ejemplo de Marino para mirar el futuro con optimismo y con tecnología mejorada.

“En ese tiempo no contábamos con los equipos ni con los recursos necesarios, ahora ya contamos con todo y sin parecer soberbio puedo asegurar que si encontramos un hábitat natural del tamaño de El Cascajo y contaminado en menos de seis meses lo recuperamos, con programas de sostenibilidad productiva, con reutilización del agua ya tratada, corredores turísticos, agricultura tecnológica, y sacándole  provecho al turismo social comunitario”, dice Marino Morikawa.

Nuevos desafíos esperan a Moikawa en Perú, ya que además de limpiar el agua promete hacer fértil el desierto. Pero Marino no conoce de fronteras, su trabajo es conocido y los  llamados no cesan. Esperan por él los cenotes de Mérida, el humedal de Yuriria, la lagunilla de Guadalajara, los humedales de Chapultepec y el de más importancia, el lago de Chapala, el más grande de México.

Para él todo es recuperable, incluso aquellos ríos que parecen irremediablemente muertos por la minería. “Ya tenemos la solución que permite seguir practicando la minería, cambiando el cianuro y el mercurio por otros productos mas eficientes que hasta alargan la vida de los mineros, acortada por la absorción de los contaminantes”.
Marino Morikawa solo espera que lo llamen, para él no hay límites geográficos ni contaminación invencible, la sana ambición del científico peruano por limpiar el mundo solo espera una llamada.

“Hay muchos lugares en donde me gustaría intervenir, el Riachuelo en Buenos Aires, el Mar Menor en Murcia, España, los humedales de Atitlán y Amatitlán en Guatemala, el canal de Panamá, los humedales de Miami, y varios más, solo quiero una oportunidad”.

Marino Morikawa no anda solo en estas aventuras, en cada espejo de agua recuperada está sin estar su hermana Marian, con ella se prometieron recuperar el Perú. Lamentablemente cayó enferma, y cuando estaba en cama en sus últimos minutos, con voz delicada, frágil  me dijo: “nunca te olvides de la promesa ,yo siempre voy a estar ahí”, Y la está cumpliendo.

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