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Secuestrador abatido en Brasil dijo que quería “entrar a la historia”

El secuestrador de un autobús con 37 personas abordo en la ciudad brasileña de Río de Janeiro que fue abatido este martes por un francotirador de la Policía de élite dijo antes de morir que cometía el acto para «entrar a la historia».

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William Augusto da Silva, de 20 años y con antecedentes criminales, secuestró un autobús que transportaba pasajeros entre el municipio de Sao Gonçalo, en la región metropolitana de Río de Janeiro, y el centro de la capital fluminense.

Durante tres horas y 36 minutos, el joven retuvo a los 36 pasajeros y al conductor del vehículo, aunque en el transcurso de las negociaciones con la Policía liberó de manera individual y con intervalo de tiempo a cuatro mujeres, una de ellas embarazada y que se desmayó, y a dos hombres.

El gobernador de Río de Janeiro, Wilson Witzel, quien concedió una rueda de prensa después de la acción que terminó con la vida del secuestrador y liberó a los 31 rehenes que estaban todavía dentro del autobús, señaló que da Silva estaba «perturbado mentalmente» y eso no dio tregua para prolongar la negociación de su rendición.

Witzel habló con la madre del secuestrador después del fatal desenlace y, según el gobernador, ella se lamentó por algún «error» cometido en la educación del joven y pidió disculpas a las autoridades y a los rehenes por el incidente provocado por su hijo.

«La asistencia sicológica será no solo para los rehenes, sino también para la familia del joven secuestrador», afirmó Witzel.

De acuerdo con la Policía de Carreteras Federal (PRF, por su sigla en portugués), primera autoridad en acudir al emblemático puente Río-Niteroi, donde el autobús fue atravesado por orden del secuestrado para impedir el tráfico, Da Silva tiene cuatro registros en su ficha de antecedentes judiciales.

Según un comunicado de la PRF, en la ficha del secuestrador existen reseñas por violación, porte ilegal de armas, intento de hurto y una de violencia contra mujeres, encajada dentro de la llamada ley de protección ‘María da Penha’.

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Uno de los 31 rehenes que permanecieron hasta el final dentro del autobús, el profesor Hans Moreno, relató a periodistas que el joven dijo cuando anunció el secuestro que no iría a robar las pertenencias de los pasajeros y que lo hacía para «entrar a la historia» y para que las personas «tuvieran mucho que contar al final del día».

Moreno contó que el secuestrador pidió a una pasajera amarrar las manos de los otros rehenes con abrazaderas de plástico y pasar una cuerda por encima de las ventanillas del autobús para colgar botellas plásticas que llenó con gasolina, combustible que transportaba en un galón.

«Él no amenazó dentro del autobús a nadie, no fue violento e incluso hacía chistes. Dejó orinar a varios pasajeros en la parte trasera del autobús. Solo decía que quería 30.000 reales (unos 7.500 dólares) del Estado», añadió Moreno.

El joven, además del galón de gasolina, un encendedor, un cuchillo grande y un ‘teser’ (arma de choque eléctrico), portaba un revólver de juguete.

Después de ser impactado por uno de los francotiradores del Batallón de Operaciones Especiales (Bope), la Policía de élite de Río de Janeiro, Da Silva fue trasladado herido al Hospital Souza Aguiar, donde falleció a las 10.35 hora local (13.35 GMT) por un paro cardiorrespiratorio producto de los disparos policiales.

Antes de ser abatido, Da Silva había exigido la presencia de una ambulancia en el lugar y pidió que el cordón de seguridad implementado por la Policía fuese ampliado para que así la prensa tomara más distancia del autobús.

Con información de EFE

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