Las lagunas ecuatorianas de Ozogoche, en el sur andino de Ecuador, son el escenario de un extraño fenómeno que tiene en el limbo a los científicos, que no saben explicar por qué, cada septiembre, cientos de aves aparecen muertas en lo que se conoce popularmente como «el suicidio» de los cuvivíes.
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Situados dentro del Parque Nacional Sangay, a más de 3.500 metros de altura, los cautivadores paisajes de este paraje se convierten en un laboratorio para ornitólogos que esgrimen teorías que pasan por la migración, el clima o el cansancio de las aves, para tratar de explicar lo hasta ahora inexplicable.
¿Suicidio o accidente?, esa es la pregunta que se hacen todos sobre unas pequeñas aves migratorias de color grisáceo que se reproducen y anidan en los pastizales de Norteamérica y viajan al sur del continente para huir del invierno, en un viaje sin descanso entre julio y agosto.
«Cuando estas aves migran desde el norte de América pasan por el istmo de Panamá y van hacia Argentina. Pero cuando pasan por Panamá es como si entraran a un embudo y para seguir al sur, se abren en abanico», explica a Efe el ornitólogo Juan Manuel Carrión, miembro de la Fundación Zoológica de Quito y del colectivo Aves Quito.
Según el experto, las aves «vuelan en condiciones favorables, que no son dramáticas, pero algunas escogen la ruta por los altos Andes de Colombia y Ecuador», lo que implica un enorme esfuerzo físico.
La migración es la etapa con más alto índice de mortalidad en la vida de un ave, y por este motivo se preparan durante semanas o meses para abastecerse de grasas y otras fuentes de energía.
«Es muy probable que algunos lleguen con sus últimas reservas y mueran en el intento. Entonces, no es un suicidio», comenta Carrión.
Estas aves cuyo nombre es onomatopéyico según la transliteración de los pobladores locales, llegan a Ecuador en torno a septiembre, mes en el que muchas suelen aparecer muertas en las aguas de las lagunas de Ozogoche.
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Tatiana Santander, bióloga de la Fundación Aves y Conservación, rebate la teoría de su colega después de haber estudiado in situ el fenómeno en 2014, junto a un grupo de expertos.
«Encontramos seis individuos muertos que no tenían físicamente ningún problema», asegura a Efe la bióloga sobre la buena masa corporal de las aves que estudiaron.
Una circunstancia que le hace pensar que su mortalidad está relacionada con «temas climáticos», teoría que respalda con los testimonios de los pobladores de la zona.
Estos han constatado que las aves aparecen curiosamente los días de más tormenta, lo que las «desorienta y al caer al agua sufren un shock térmico» que «les ocasiona la muerte», sostiene la científica.
A las teorías y estudios más rigurosos se suman las leyendas y creencias populares de la población indígena.
«¿Por qué más han de venir?. Los ha de haber mandado diosito», dice con cierta inocencia la lugareña María Yulema, cuando se le indaga sobre la aparición de los cuvivíes muertos.
Y es que sin una explicación científica clara, el terreno es fértil para mitos y creencias espirituales.
El enigma ha captado la atención del cineasta ecuatoriano Joe Houlberg, quien realiza un documental para mostrar el fenómeno desde una mirada distinta a la ciencia e interpretando la cosmovisión andina de un posible «sacrificio».
«Además de ser un fenómeno natural extraño, hay esta cosmovisión andina que mira a las aves como un ser sagrado que se sacrifica por ellos», explica a Efe.
Para las comunidades de la zona, el ave es sagrada porque además de servir como alimento, su aparición significa el comienzo de la época de lluvia y, cada año, realizan un festival al pie de las lagunas para celebrar su llegada atraídas supuestamente por una energía especial del lugar y posterior «sacrificio».
Según una de las tantas creencias, la laguna tiene algo que, visto desde las alturas, capta la atención del ave, y cuando va a por ello en un vuelo en picado se estrella contra las heladas aguas.
En cualquier caso, posteriormente son recogidas, desplumadas y cocinadas, para convertirse en una forma de alimento para las comunidades de bajos recursos de ese sector, que incluso venden a los turistas atraídos por el fenómeno.
Houlberg, que ha investigado las creencias sobre este misterio, apunta a los nombres que los indígenas dan a muchos de los lugares alrededor, como el cerro Achipungo, que separa algunas de las lagunas y significa «puerta de la muerte» y Ozogoche, «solitario deseoso de comer carne».
Curiosidades que giran en torno a un ave que, con su extraño comportamiento, seguirá cautivando a curiosos, científicos y chamanes hasta que la ciencia ponga fin al enigma.
Con información de EFE