Existe el amor y existe el deseo, y aunque muchas veces ambas sensaciones se presenten en el mismo paquete; la segunda, culo de mal asiento, es un socio inquieto y ambicioso que disuelve la empresa cuando empieza a ver que ya no da demasiados beneficios.
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Apostar a que ambos personajes pueden convivir juntos y felices durante largas temporadas es arriesgarse mucho, porque si pensamos en algunos de los adjetivos que suelen acompañarlos, veremos que sus gustos y preferencias son, más bien, opuestos.
El amor congenia muy bien con la seguridad, la dependencia, la confianza, la permanencia; mientras que el deseo se inclina más por la aventura, la incertidumbre, el misterio, el riesgo y hasta el peligro. A éste le gusta salir y trasnochar, contrariamente al amor, que es más de estar en casa y hacer tartas de manzana.
Lo queremos todo, queremos tener el pastel y comérnoslo, por eso ya se empieza a hablar de un concepto nuevo, el ‘deseo sostenible’ que busca alargar la vida de algo que, generalmente, es transitorio. Ester Perel es una psicoterapeuta belga, especialmente empeñada en estudiar la compatibilidad entre la seguridad y la libertad en las relaciones humanas.
Su charla en TED titulada El secreto del deseo en la relación a largo plazo, en febrero del 2013, es altamente recomendable y ha recibido desde entonces cerca de 9 millones de visitas en la red.
“Básicamente estamos pidiendo a una sola persona que nos de todo lo que un pueblo entero solía proveer antiguamente a sus habitantes: sentirnos queridos, sentimientos de identidad, continuidad, trascendencia y misterio. Dame confort y llévame al límite, novedad y familiaridad.
Dame predictibilidad y sorpresa. Creemos que todo esto nos puede ser dado por una sola persona y que los juguetes eróticos y la lencería sexy nos salvarán del aburrimiento”, apunta Perel.
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La cuestión es que en esta búsqueda de la utopía se han encontrado parejas que parecen haber reconciliado estos dos términos, a las que los años no han destruido ni han cronificado su falta de deseo.
Como se estudia a los centenarios para saber qué hábitos de vida le han proporcionado tan larga existencia, los expertos empiezan a observar a los que, tras seis años de convivencia, siguen revolcándose entre las sábanas. Estos son algunos de sus más interesantes descubrimientos.
Hay que besarse como si no hubiera mañana
The Normal Bar es un libro escrito por Chrisanna Northrup, Pepper Schwartz y James Witte, que trata de profundizar en los hábitos que hacen que las parejas se separen o permanezcan unidas.
Es el resultado de un estudio elaborado con 100.000 participantes en los que se llega a conclusiones interesantes. A saber, las uniones que resisten son las que hacen el amor, que es distinto a tener sexo.
Pero, contrariamente a lo que se podría deducir de esta afirmación, la cantidad es tan importante como la calidad de los encuentros.
El sexo mecánico no aparece cuando se hace a menudo, sino cuando no hay interés y lo que se busca es cubrir el expediente.
Pero lo más revelador de esta lectura es el capítulo entorno al beso. “Besarse puede ser tanto o más íntimo que el sexo. Es, definitivamente, un elemento clave en la vida sexual de las parejas felices y un 85% de los entrevistados reconoce que es una de las practicas que más le gustan”. ¿Les suena?, ¿no es el beso un buen barómetro de la salud de una buena relación?
El libro continúa, “besarse es la forma en que la gente establece conexiones íntimas. Es un ingrediente esencial cuando se hace el amor y refuerza la unión. Un 86% de las parejas que no disfrutan del sexo reconocen que ya no se besan. Está claro que los bajos niveles de besos indican siempre problemas en la relación”.
Uno más uno, es siempre uno más uno
Nada más alejado de la realidad que esa idea cursi e inexacta de que los amantes se funden en una sola persona porque, generalmente, los problemas llegan cuando se ha perdido la individualidad. Según Perel, el deseo necesita de un ingrediente esencial: espacio.
Cuando esta terapeuta preguntó a miles de personas de todo el mundo cuándo se sentían más atraídos por sus parejas, recibió respuestas como estas: “Cuando lo veo en el estudio, cuando está por su cuenta, en su elemento, cuando hace algo que le apasiona.
Cuando está en una fiesta y otras personas se sienten atraídas por él/ella. Básicamente cuando está radiante y se siente bien consigo mismo”. Lo común a todas estas reflexiones, como apunta Ester en su charla, es que hay una cierta distancia.
“El deseo busca al otro, alguien en el otro lado al que podamos visitar. El deseo necesita de un puente que haya que cruzar. En otras palabras, si el fuego necesita aire, el deseo necesita espacio (…) Deseo es cuando veo a mi pareja desde una distancia confortable.
Cuando esa persona que ya me es familiar se vuelve, por un momento, misteriosa otra vez. En ese espacio entre yo y el otro reside el pulso erótico. Pero como decía Proust, “el misterio no es viajar a nuevos lugares, sino verlos con nuevos ojos”.
La amabilidad es la base de la relación
Hasta el inicio de los años 70, cuando se dispararon los divorcios, no se empezaron a hacer estudios sobre la durabilidad de las parejas.
¿Eran los matrimonios infelices y sin sexo a medida, como sugería Tolstoi en el inicio de Ana Karenina (“todas las familias se parecen, pero las desdichadas lo son cada una a su manera”) o tenían rasgos comunes?
El psicólogo John Gottman fue uno de los que se interesó en estudiar las peculiaridades de las parejas con larga vida y creó, junto con su colega Robert Levenson, The Love Lab, en 1986.
Su método de trabajo consistía en preguntar a los cónyuges, a los que se monitoreaban sus constantes vitales, sobre sus relaciones, al mismo tiempo que se les hacía un seguimiento de seis años.
Estos psicólogos clasificaron a sus participantes en dos secciones: masters, los que seguían juntos y felices tras ese periodo de tiempo y los disasters, los que habían roto o se mantenían unidos por variados motivos, todos ajenos a la atracción.
Las conclusiones a las que llegaron con sus estudios es que los disasters, aún cuando no estuvieran discutiendo ni tratando asuntos espinosos, manifestaban síntomas de estrés cuando hablaban de su matrimonio o estaban junto a su media naranja; algo que no ocurría con los masters.
La teoría de Gottman es que lo importante es el espíritu de la relación. Si éste es de amabilidad, generosidad y apoyo, las posibilidades de que la cosa dure son enormemente mayores a si éste es de criticismo u hostilidad. Y la buena noticia es que ‘el buen rollo’ es un músculo que puede ejercitarse.
En España, país en el que es tan difícil el diálogo y la comunicación de opiniones contrarias, sin que derive en pelea, está es una asignatura pendiente.
Veo parejas a las que a alguno de los miembros se le cae el azucarero, y ese simple hecho provoca una tormenta de reproches o, en el mejor de los casos, comentarios irónicos.
Modelos de relación cuyo espíritu está inspirado en el ruido y la furia, más que en la amabilidad, palabra que no goza de muy buena reputación en nuestra geografía. Existen también aquellos que identifican la pasión o el deseo con mitos a desterrar como ‘el amante bandido’, o ‘el cabrón que folla bien’. ¡Animalitos!
Sexo contra viento y marea
Este año se ha publicado en The Journal of Sexual Research uno de los estudios más elaborados sobre la satisfacción en las parejas de larga duración. En el trabajo han participado investigadores de la Chapman University, en Orange (California), la California State University, en Los Ángeles; Sonora State University, en Rohnert Park (California), el Kinsey Institute y la Indiana University, en Bloomington (Indiana).
Todos ellos entrevistaron y estudiaron a 39.000 parejas que llevaban un mínimo de tres años juntas.
Las conclusiones parten de la idea de que las uniones que tienen una vida sexual satisfactoria son más felices, como si el sexo fuera el motor del que dependen todos los demás factores.
En lo que no están de acuerdo es en lo que viene primero: si la frecuencia sexual o la satisfacción –¿el huevo o la gallina?– ya que los dos factores se interrelacionan.
En lo que casi todos los estudios coinciden es en la habilidad de las parejas felices para continuar con la vida sexual por encima de los obstáculos de todo tipo (estrés, falta de tiempo, hijos, problemas de salud, deterioro físico), cuyo único fin es doblegar a la lujuria.
Según Francisca Molero, sexóloga, ginecóloga, directora del Institut Clinic de Sexología de Barcelona y directora del Instituto Iberoamericano de Sexología, “existen muchas falsas ideas entorno a lo que debe ser la vida sexual en pareja.
Por ejemplo, que el sexo tiene siempre que partir del deseo previo –¿cuántas veces los encuentros sin demasiadas ganas acaban siendo los mejores?–. Planificar está también mal visto en este terreno pero, si no se hace y se confía en la espontaneidad, es probable que las oportunidades no surjan tan fácilmente.
Con el tiempo, se pierde la novedad pero se gana en complicidad corporal, un potente afrodisíaco”. Según esta experta, el secreto de una larga vida sexual es no claudicar ante las dificultades e ir adaptándose a las circunstancias.
“Si uno pasa por un bache emocional o una enfermedad que le baja la libido siempre puede satisfacer al otro o dejarse hacer”, apunta Molero. “Hay que saber envejecer sexualmente e ir adaptando las prácticas a nuestras posibilidades, como hacemos en los otros ámbitos de la vida.
Hay una edad crítica en la que abandonar la vida sexual puede ser muy peligroso, a partir de los 50. Si se claudica, puede que la vuelta sea ya muy difícil”.
Fuente: El País
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