El cóndor andino, la imponente ave considerada por los indígenas como el «mensajero de los dioses», sigue en «peligro crítico de extinción» en Ecuador, pero un reciente estudio indica que se han avistado 28 de ellos en el sur del país, mientras el último censo daba cuenta de 19.
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Así lo revela a Efe Fabricio Narváez, técnico de campo del Proyecto de Investigación y Monitoreo Ecológico del Cóndor Andino en el Ecuador» (PICE), que busca contribuir en la conservación de ese animal a través de la generación de información científica relacionada con la Biología y Ecología de la especie.
En ese marco, entre el 27 y 29 de septiembre pasado, el PICE, en coordinación con una veintena de instituciones públicas y privadas, llevó a cabo el «I Censo Regional del Cóndor Andino en el Sur del Ecuador», en un total de 87 áreas de uso de la especie, identificadas gracias al monitoreo satelital de la cóndor Chunka.
Chunka (diez en el idioma ancestral quichua) es un cóndor hembra que mide alrededor de 1,30 metros de alto y tres metros de envergadura con las alas desplegadas y que porta desde 2015 en sus alas un rastreador, que ha permitido descubrir al menos 78 lugares donde duermen esas aves en Ecuador.
Las 87 áreas de uso se distribuyeron en seis provincias (Cañar, Azuay, Loja, El Oro, Morona Santiago y Zamora Chinchipe), 18 cantones, 4 áreas protegidas y 5 bosques protectores del sur del Ecuador.
Narváez explica que se seleccionó esta zona para un censo regional debido a su bajo número de individuos de cóndores y a la falta de información sobre la especie en el área.
Así, durante 1.020 horas, 283 voluntarios provenientes de instituciones públicas, privadas, académicas y un importante contingente de la sociedad civil, lograron en septiembre contar 28 cóndores.
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Del total, 22 eran adultos (siete machos, siete hembras y ocho sexo no identificado), dos subadultos (un macho y uno sexo no identificado) dos juveniles (sexo no identificado) y dos, de sexo y edad no identificados.
A ojos de expertos, las bajas cantidades de ejemplares subadultos y juveniles sugieren una alta mortalidad o una baja tasa de reproducción de los adultos, explica.
En el censo regional de este año no hubo registros en el interior del Sistema Nacional de Áreas Protegidas.
Sin embargo, el 44 % de los avistamientos se hicieron al interior del Área Municipal de Conservación del cóndor andino, que se encuentra en proceso de creación y abarca cerca de 33.733 hectáreas en los cantones de Nabón, Oña, Saraguro y Santa Isabel.
Los resultados del estudio indican a los expertos que hay posiblemente un grupo grande de eventuales parejas reproductoras pero en la estructura poblacional «se ve un desbalance al no tener subadultos y juveniles», dijo Narváez.
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Aunque aún falta procesar todos los datos, Narváez se dice «optimista» por el aumento en el conteo de individuos: «Por lo menos sabemos que hay un número poblacional que no reduce», anota.
Recuerda que, en buenas condiciones climáticas, el cóndor puede recorrer 300 kilómetros en línea recta, por lo que es probable que haya repeticiones, aunque defiende que la metodología utilizada «permite que se haga conteos específicos en los núcleos de actividad de los individuos».
Entre las principales amenazas contra el cóndor figuran los perros cimarrones -que compiten con ellos por el alimento-, la cacería, el envenenamiento, la pérdida de hábitat, enumera Narváez, quien sostiene que el ave está en «en peligro crítico de extinción» en Ecuador, donde, según un censo de 2015 hay entre 92 y 104 individuos de esa especie, que es, además, un emblema para Ecuador.
El marco teórico del estudio para el censo señala que en el período de los incas, el cóndor o «Apu Kurtur» era considerado una divinidad muy especial y en la consmovisión indígena era catalogado como el «mensajero de los dioses», debido a la capacidad de su vuelo y a que habitaba en la parte «más alta del cielo».
Los incas creían que el cóndor era inmortal, añade el estudio que agrega que el mito cuenta que cuando el animal siente que comienza a envejecer y que sus fuerzas se le acaban, se posa en el pico más alto y saliente de las montañas, repliega las alas, recoge las patas y se deja caer a pique.
Fuente: EFE
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