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De que prescinden las personas alcohoréxicas para poder beber más

Sus datos examinaron los hábitos de consumo de alcohol de 1,184 grandes bebedores universitarios de entre 18 y 26 años de edad, y encontraron que el 81% de ellos reportaron haber desarrollado comportamientos de alcohorexia en un período de tres meses.

«Alcohorexia» se refiere a la práctica de comer menos para poder beber más, ya sea para mantenerse delgado o para intensificar los efectos del alcohol, o ambos. Según los datos presentados en una conferencia el año pasado, es un padecimiento increíblemente común, que se presenta en más del 80 por ciento de los jóvenes bebedores.

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Sin embargo, es una cuestión del tipo ‘¿qué fue primero, el huevo o la gallina?’, pues no se sabe si es más un trastorno alimenticio o un problema de abuso del alcohol.

Algunas personas piensan que es un tipo de desorden alimenticio. Otras personas piensan que es sólo parte del consumo irresponsable de bebidas alcohólicas», dice Dipali Rinker, profesora asistente de psicología de la Universidad de Houston.

En junio pasado, Rinker presentó algunos hallazgos sobre el fenómeno en la 39a Reunión Anual de la Sociedad de Investigación sobre el Alcoholismo en Nueva Orleans, y encontró que ocurre en ambos sectores demográficos.

«Es algo bastante común entre los grandes bebedores y entre aquellos con un trastorno alimenticio», dice Rinker.

Sus datos examinaron los hábitos de consumo de alcohol de 1,184 grandes bebedores universitarios de entre 18 y 26 años de edad, y encontraron que el 81% de ellos reportaron haber desarrollado comportamientos de alcohorexia en un período de tres meses.

Rinker se sorprendió al saber que la alcohorexia afectaba a hombres y mujeres por igual, al menos en la población estudiada.

Sin importar qué la motive, es una mala noticia tanto física como socialmente. «Si no obtienes calorías de los alimentos y las estás sacando del alcohol, estás consumiendo muchas calorías vacías», dice.

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«Tendrás problemas de deshidratación y pérdida de vitaminas. Simplemente estás bebiendo de manera más irresponsable y riesgosa».

Hablamos con tres personas, bajo la condición de mantener su anonimato, que se identificaron como personas con problemas con la bebida, todos ellos han luchado con la alcohorexia en algún momento de su vida. Y no fue agradable para ninguno de ellos.

«Literalmente pensé que había inventado este término de ‘alcohorexia’, y me pareció que era brillante».

—N., 28
Descubrí que si mi estómago estaba vacío, no tenía que beber tanto. Literalmente pensé que había inventado este término de ‘alcohorexia’, y me pareció que era brillante. Era mi primer año en la universidad, y pensé que era divertido; siempre me embriagaba más que mis amigos y hacía cosas realmente locas. Siempre me estaba metiendo en problemas con mi fraternidad.

Provengo de un poblado muy pequeño y estaba acostumbrado a trabajar y estudiar; pero durante mi primer año no tuve que trabajar y como no tenía auto, siempre estaba en el campus.

No ahorre en absoluto, la primera vez que recibí mi préstamo estudiantil me lo gaste todo en un club de striptease.

Al año siguiente me diagnosticaron síndrome del intestino irritable, provocado por estrés. Tenía que salirme de clases porque tenía diarrea. Eso continuó hasta los 26 o 27 años. Creo que el alcohol causó mi irritabilidad intestinal.

Cuando me mudé a la casa de la fraternidad, había chicas ahí que no comían más que una lata de maíz para mantener a raya los malestares provocados por el hambre.

Creo que todos fuimos muy discretos al respecto. Al menos uno de ellos tenía problemas de salud mental y alcoholismo. Yo todavía tengo un desorden alimenticio, como compulsivamente. Me encanta la comida. No tengo autocontrol cuando se trata de comida. Terminé ganando mucho peso en lugar de perderlo.

«Lo convertí en una ciencia».

—J., 2
En la escena punk, todos beben cerveza y se matan de hambre. Es una especie de comportamiento subconsciente. Claro que es muy divertido, es como violencia para tu sistema.

La gente simplemente lo hace. Aquí los sábados y los domingos, e incluso entre semana, tomarse un Bloody Mary es algo de todos los días. Tener un problema importante con la bebida es algo bastante aceptado. No tienes que hacer mucho para evitar los problemas. Es algo socialmente aceptado.

Nadie me habló de la [alcohorexia]. Digamos que simplemente lo descifré solo. Lo convertí en una ciencia. Si es comida grasosa, el alcohol se absorberá. Puedes beber mucho si comes hamburguesas con queso.

Comía sólo hasta que estaba demasiado hambriento —justo lo que necesitaba para tener energía para moverme o ir a trabajar—. Creo que no comí en mucho tiempo y me enfermé, tuve vomito y disentería como por 12 horas seguidas. Fui al hospital y me tuvieron internado durante cuatro días.

No fue un incidente directamente relacionado con la comida. Soy bueno cocinando, mi roomie es bueno cocinando. Pero contribuye que no tengas horas fijas de comida o que no comas. Me decía: ¿por qué habría de comer? El alcohol, en ese punto, se vuelve tu energía vital.

Que me emborrachara más rápido como resultado de matarme de hambre, era sólo un bonus».

-L., 25
Mi primera adicción siempre fue a la comida, y a no comer nada. Mi actividad preferida era, o voy a comerme toda la comida o no comeré nada en absoluto, ése era mi comportamiento característico.

Recuerdo que cuando tenía seis años asistía a una extraña escuela católica. Nos daban sándwiches de mantequilla de maní con verduras.

Luego yo quería un segundo sándwich y la monja me decía: ‘No, porque vas a subir de peso y eso no es necesario’. En ese momento supe que tenía que ser un secreto, y que comer era dañino, y que tener hambre era algo vergonzoso. Cuando aprendí a ignorar mi hambre, sentí que había alcanzado un gran logro.

Yo era un ilusionista de los trastornos alimenticios; me encantaba la sensación de tener hambre. El hambre se convirtió en una nueva adicción. Que me emborrachara más rápido como resultado de matarme de hambre, era sólo un bonus. Era la cereza del pastel y la prueba de que no necesitaba comer.

Uno de mis comportamientos típicos hacia el final de mi viaje con la bebida era: llegaba a casa y me sentía muy estresado, entonces pensaba, ‘Muy bien, puedo preparar algo de cenar o puedo beberme dos botellas de vino. Excepto que sé que de todos modos voy a beber, así que ¿por qué no ir directamente al grano?’.

Así que me bebía el vino, y tenía sexo con mi vecino, y comía pizza. Lo que me llevaba a atracones incontrolables, como si me hubieran tenido enjaulado y de repente me dejaran salir. Me despertaba más gordo que nunca, sintiéndome como una verdadera porquería.

VICE.com

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