Los niños de la capital mexicana empiezan hoy el regreso gradual a sus escuelas y se enfrentarán al reto de superar el trauma que vivieron cuando un fuerte terremoto los sorprendió dentro sus aulas el martes pasado y sacudió sus vidas y la de sus familias.
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Aunque el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) está a favor del pronto regreso a clase tras la tragedia, su representante en México, Christian Skoog, admite que los menores tendrán «miedo a revivir» lo ocurrido el martes en sus escuelas.
«Si tienen sentimientos muy fuertes, muy negativos, es importante tratar de superar esto, a veces necesitan apoyo psicológico profesional», apunta en entrevista con Efe.
Y es que los niños estaban en el colegio cuando el sismo de magnitud 7,1 en la escala de Richter golpeó a las 13.14 hora local (18.14 GMT) con fuerza el centro y sur del país, justo el día en que se conmemoraban 32 años del poderoso terremoto que causó miles de muertos en capital y el derrumbe de cientos de edificios.
Ese sismo marcó un antes y un después en el país, que desde entonces realiza simulacros para preparar a la población ante otro terremoto, endureció las reglas de construcción e instaló alertas que avisan con unos 50 segundos de anticipación de un temblor.
Pero ese día la alarma sonó casi de manera simultánea al inicio del movimiento telúrico, porque el epicentro se localizó entre los límites de los estados de Morelos y Puebla, a solo 120 kilómetros de la capital del país.
Ello impidió que los niños salieran con anticipación de sus aulas, como ocurre al sonar de la alarma sísmica y como habían ensayado dos horas antes en el simulacro conmemorativo del terremoto del 19 de septiembre de 1985.
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La pequeña Brenda Sánchez cuenta a Efe que durante el terremoto -que ha dejado un saldo preliminar de 321 fallecidos, 183 de ellos en Ciudad de México- sintió «que se iba a caer todo», aunque asegura: «Fui casi la única que tuvo la calma».
«No tuve miedo, pero sí lloré por mi casa, por todo», apunta la niña, quien explica que sus padres le han dicho que en el caso de un sismo debe «ir a un lugar seguro».
Ese día el pánico se desató en las escuelas y la mayoría de los niños esperaron llorando a que sus padres llegaran por ellos, algo que se dificultó en colonias como la del Valle, la Roma y la Condesa, donde colapsaron varios edificios.
En el Colegio Enrique Rébsamen, ubicado en el sur de la capital, una parte de la estructura se desplomó y causó la muerte de 19 niños y 7 adultos.
Aunque «los niños sufren mucho el trauma, al mismo tiempo son capaces de cambiar su estado emocional más que los adultos», señala Skoog, quien resalta que ver a los amigos puede ser muy positivo, al igual que hablar de lo que ha pasado.
En ese momento, dice , «hay una demanda muy fuerte de parte de la Secretaría de Educación Pública (SEP)» para capacitar a los maestros, con el objetivo de que «puedan manejar la situación y hablar con los niños en la manera apropiada».
«Es necesario abordar el tema sin demasiado detalles, ser sensible» porque «algunos quieren hablar, pero otros no», y algunos lo pueden expresar a través de las artes, señala el representante de Unicef, quien agrega que actualmente están identificando dónde se puede empezar este trabajo.
La SEP decidió reanudar hoy las clases de manera escalonada en la capital y los cinco estados afectados por el sismo -Morelos, Puebla, México, Guerrero y Oaxaca- hasta garantizar la seguridad en todos los edificios educativos y las zonas en que estos se encuentran.
Para los padres, detalla, la recomendación es escuchar a los menores y dedicarles tiempo, ahora más que nunca es importante porque «los niños necesitan sentirse seguros y protegidos».
Skoog llama a los padres a estar «muy atentos» a cambios en el comportamiento de los niños y a hablar con expertos y otros padres de familia sobre cómo gestionar la tristeza o el trauma.
Además de que se asegure el regreso a clases cuanto antes, ya sea en sus escuelas o en otras temporales, resalta la necesidad de crear espacios en los albergues donde los niños afectados puedan jugar, recuperarse de la experiencia y recibir el apoyo necesario a nivel emocional.
«Lo más importante es que puedan regresar a ser niños, reír, bailar, jugar es una forma de bajar la tensión», sostiene.
Daniel Esteve, padre de Brenda, dice que lo primero fue saber cómo vivió su hija el sismo, preguntar si tuvo temor, para conocer «su estado emocional».
Después, «enseñarle a sentir la empatía por la situación que se está viviendo en el país» y hablar sobre las medidas a tomar por «si pudiera ocurrir algo similar». «Es mejor que sepan y que estén preparados», apunta.
La Unicef estima que 5 millones de niños viven en las zonas afectadas por el terremoto del martes, que se suman a los 2 millones de niños que padecieron el del 7 de septiembre, de magnitud 8,2 y que dejó 98 muertos, la mayoría en los estados de Oaxaca y Chiapas. EFE