Los presidentes de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, e Israel, Reuven Rivlin, inauguraron hoy, 6 de septiembre de 2017, en la capital de Baviera un lugar para el recuerdo de los once deportistas israelíes y del policía alemán asesinados por un comando palestino durante los Juegos Olímpicos de Múnich en 1972.
PUBLICIDAD
«El que no hayamos podido proteger a los israelíes es algo que todavía nos avergüenza», afirmó el ministro de Educación de Baviera, Ludwig Spaenle, en la ceremonia organizada en Múnich, a la que asistieron familiares de las víctimas y el presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach.
Otro motivo de vergüenza es que para la creación del centro conmemorativo inaugurado hoy se haya tardado 45 años, aunque desde 1995 existía un pequeño monumento en el Parque Olímpico.
«Hemos tardado demasiado tiempo», admitió el presidente alemán en su discurso.
Rivlin, por su parte, se quejó de que el COI durante muchos años no hubiera querido rendir homenaje a los atletas muertos y agradeció a Thomas Bach haber subsanado ese fallo.
«Los muertos no sólo eran hijos de Israel sino hijos de la familia olímpica y durante mucho tiempo la familia olímpica no los recordó dignamente», dijo Rivlin.
«Einschnitt» es el nombre del centro conmemorativo, palabra que significa «corte» en alemán y que en este caso tiene una carga simbólica.
PUBLICIDAD
«Se trata de un lugar que refleja un corte, en primer lugar en la vida de los deudos de las personas asesinadas, pero también en la historia de Múnich y de Alemania», agregó Spaenle.
El presidente israelí recordó cómo unas olimpiadas de paz y reconciliación, con representantes israelíes en Alemania tras el Holocausto, habían sido convertidas por los terroristas en «los juegos del derramamiento de sangre».
El entonces presidente del Comité Olímpico Alemán, Willy Daume, había querido llevar los juegos a Alemania para dar la imagen de un país abierto y soñaba con un certamen que contrastara con los Olímpicos de Berlín de 1936, organizados e instrumentalizados por los nazis.
«Queríamos mostrar que Múnich ya no era la ‘capital del movimiento’, como la llamaba Hitler», dijo el alcalde de la ciudad en la época, Hans-Jochen Vogel, en unas declaraciones a la Televisión Bávara (BR).
La idea de los juegos abiertos y alegres hizo que las medidas de seguridad se relajasen, en la villa olímpica los policías no portaban armas y llevaban uniformes especiales que hacía que casi se confundieran con los voluntarios.
Todo marchó como lo había soñado Willy Daume hasta el undécimo día de los Juegos, en la madrugada del 5 de septiembre, cuando un comando de la organización Septiembre Negro irrumpió donde se alojaba la delegación israelí.
Los terroristas asesinaron al levantador de pesas Yossef Romano y al luchador Mosche Weinberg, y tomaron a otros nueve deportistas como rehenes. Algunos de ellos, como recordó hoy Steinmeier, eran hijos de supervivientes del Holocausto.
Las 36 horas siguientes fueron una pesadilla con desenlace trágico en el que murieron los nueve rehenes y un policía alemán en un fallido intento de rescate que el canciller de la época, Willy Brandt, calificaría de «perturbador ejemplo de la incompetencia alemana».
«Alemania no estaba preparada para un atentado así, aunque está claro que el 5 de septiembre de 1972 no fue la hora del nacimiento del terrorismo internacional», reconoció hoy Steinmeier.
De parte de los deudos habló hoy Ilona Romano, la viuda de Yossef Romano, que agradeció la creación del centro y, al mismo tiempo, se quejó de que se haya tardado tanto tiempo para hacer realidad la iniciativa.
«Nos encontramos con resistencias, e incluso con resentimientos antisemitas», denunció la viuda.
Tanto Rivlin como Steinmeier subrayaron que el recuerdo del atentado de 1972 implica también la obligación de mantenerse firme en la lucha contra el terrorismo.
EFE
Recomendado