La vida de Brryan Jackson cambió cuando era muy pequeño. Su padre, quien no creía que era hijo suyo, decidió visitarlo en el hospital donde se encontraba en compañía de su madre e inyectarle, sin que nadie se diera cuenta, sangre con el virus del VIH.
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Jackson de a poco empezó a empeorar hasta que los análisis arrojaron los resultados. Todo ocurrió debido a que su padre no quería responder por él porque creía que era hijo de otra persona, pero esta actitud apareció luego de que fuera a Arabia Saudí y participar en la Operación Tormenta del Desierto.
Fue ahí cuando el idílico amor que vivía con la madre Brryan desapareció, pues pasó de ser un compasivo y enamorado hombre, a ser un maltratador. Si bien el ahora joven Jackson se encuentra bien de salud, pues pasó de tomar 23 pastillas al día a una y a tener un virus casi indetectable, decidió convertirse en orador motivacional y ayudar a otras personas a superar dificultades. Asimismo, es un activista y le enseña a las demás personas que hay vida después del VIH.