El presidente Lenín Moreno cumple sus primeros 100 días al frente del Gobierno de Ecuador, un período en el que ha tratado de marcar distancia de los provocativos métodos de su predecesor, Rafael Correa, sin por ello romper con la Revolución Ciudadana que este inicio en 2007.
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«Lo que Moreno hace es una distensión inicial y necesaria demandada por la sociedad civil, en la que cubre primero una convocatoria a un diálogo amplio -más que a un proceso de concertación- y toma medidas inmediatas de restituciones de libertades básicas», explicó a Efe el politólogo Luis Verdesoto.
Presidente de la Plataforma para la Defensa de la Democracia y los Derechos Humanos, Verdesoto valoró que hay «un diálogo de intercambio de puntos de vista», pero que en estos 100 días «no se ha creado un sistema de concertación».
De 64 años, Moreno llegó al poder el pasado 24 de mayo en sustitución de su más carismático correligionario Rafael Correa, que estuvo al frente de Ecuador durante una década y dejó un país dividido y enfrentado.
Como jefe del movimiento Alianza País, Correa puso en marcha la llamada «Revolución Ciudadana», una serie de reformas sociales y políticas de gran alcance para reducir las enormes diferencias sociales que había en el país y romper con el antiguo régimen.
Una revolución a la que los ecuatorianos dieron su apoyo en un comienzo, pero de la que más adelante muchos se desvincularon, como evidenciaron las elecciones del pasado 2 abril, que terminaron con una diferencia de poco más de 2 puntos porcentuales entre el vencedor, Moreno, y el derrotado, Guillermo Lasso.
«El régimen de Correa fue uno extremadamente autoritario en términos de manejo de su relación con la sociedad, extremadamente despótico en términos de la articulación con las asociaciones de la sociedad civil y con la sociedad política», afirma Verdesoto.
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Mucho más moderado en su aproximación a los medios de comunicación y círculos de oposición, Moreno ha instaurado desde su investidura un régimen de diálogo que le ha valido un apoyo sin precedentes entre los ecuatorianos: más de un 80 por ciento de aprobación, según se dijo hoy en un encuentro de organizaciones civiles.
El talón de Aquiles sin embargo lo tiene el actual presidente dentro de su propio partido, Alianza País, fracturado entre correístas y morenistas desde que ambos líderes se embarcaron en un pulso casi personal.
En la formación no faltan quienes le critican su pose dialogante con la oposición y las severas críticas que ha hecho de la gestión de su predecesor.
En sus 100 días de Gobierno, Moreno no ha dudado en calificar de «crítica» la situación financiera que heredó de Correa o fustigarlo por la deficiente repotenciación de la refinería de Esmeraldas, entre otros asuntos espinosos del debate nacional.
Desde Bélgica, donde reside desde hace dos meses, el exmandatario ha llegado a poner en tela de juicio que su sucesor y exvicepresidente sea un verdadero continuista de la Revolución Ciudadana, y amenazado con que, llegado el caso, abandonaría las filas del partido que él mismo creó.
El cisma en la cúspide -agravado por las sospechas de corrupción contra el vicepresidente Jorge Glas, notorio correísta y a quien Moreno le retiró recientemente sus atribuciones- ha descolocado a la militancia, a la espera ahora de que Correa aparentemente regrese en septiembre.
Una división interna que, trasladada a escala nacional, siembra incertidumbre tanto por el futuro de Alianza País como del propio presidente Moreno.
Para César Ricaurte, director de la organización Fundamedios, identificada con la oposición, el país vive un momento de incertidumbre política en general, aumentada por la división que se ha evidenciado dentro del movimiento oficialista.
Dice que Ecuador está en una coyuntura en la cual «la transición a la democracia», tal y como la concibe su ONG, «puede darse o no puede darse» porque Moreno sólo ha abierto «una pequeña ventana (…) que permite respirar un poco de aire puro».
Y es que para muchos, el mencionado pulso ha conllevado a una controvertida situación política que, en la práctica, ha dejado al movimiento Alianza País en el oficialismo y la oposición al mismo tiempo.
EFE
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