La mora, que hace las delicias en jugos o postres en las mesas de todo el mundo y a la que se atribuyen cualidades medicinales, deja ver su cara menos amable en el archipiélago de las Galápagos donde, con otras especies vegetales y animales, se ha convertido en una «plaga terrible».
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Ese Patrimonio Natural de la Humanidad, considerado la «joya de la corona» de Ecuador a nivel turístico y medioambiental, mantiene una implacable lucha contra las especies invasoras.
Así lo confirmó a EFE el ministro del Ambiente, Tarsicio Granizo, quien explicó que alrededor de la mitad de las 800 especies de plantas que existen en el archipiélago no son autóctonas, es decir que han llegado de otro lado y colonizado las islas.
Famosas también porque en 1835 el científico Charles Darwin pasó por ellas en el viaje de exploración que le sirvió para desarrollar después su famosa teoría de la evolución de las especies, las Galápagos constituyen un extraordinario espacio natural -Patrimonio de la Humanidad desde 1978- en el que cualquier nueva especie puede desestabilizar su ecosistema.
«La mora, que es tan rica, es allá plaga terrible dispersada por pájaros. (Estos) se comen el fruto y sus minúsculas semillas las depositan por todos lados», dice Granizo al asegurar que controlarla es mucho más difícil que una plaga de perros, chivos o ratas.
Según el ministro, son unas 400 «especies las que ya están introducidas en las islas, eso es terrible. Algunas se pueden controlar pero otras son incontrolables».
Agrega que son un «problema porque ocupan espacios que usaban las plantas nativas» y muchas hasta «tienen herramientas evolutivas para colonizar nuevos hábitats», los que les permite ser muy tolerantes a la salinidad y a la sequedad.
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Estas especies invasoras no constituyen aún un problema para la fauna de las islas, pero el Ministerio de Ambiente de Ecuador lleva a cabo estudios en la zona para evitar problemas futuros.
«Todavía no hay un problema así, (de) alerta naranja (o) alerta roja, pero lo que queremos es evitar que lo haya en el futuro», sentencia Granizo.
Las nuevas plantas también llegaron a las islas -situadas a unos mil kilómetros de las costas continentales ecuatorianas- por corrientes marinas y, por supuesto, por la mano del hombre, muchas veces ni siquiera de forma intencionada.
«Muchas se escapan de los cultivos, por ejemplo, la mora. Todas las que son alimenticias fueron traídas por el ser humano», sostiene el ministro, y explica que alguna semilla de esos alimentos puede «escaparse» y generar una especie invasora pese a los controles.
Granizo apunta en ese sentido a la existencia de una agencia de control de especies en Galápagos, que hasta ahora «ha funcionado, por suerte, muy bien, porque podríamos estar mucho peor».
Las islas encantadas, como se conoce archipiélago, también encierran paradojas: mientras allí el árbol de la cascarilla (de la que se saca la quina) es una plaga, en el continente está en peligro de extinción.
Granizo dice no tener datos acerca de cuántas de las especies son invasoras, pero apuntó que «son todas las que tienen semillas chiquitas», es decir, aquellas que por su tamaño pueden ser dispersadas por pájaros o incluso por el viento, como el maracuyá.
Para combatir este tipo de malas influencias en sitios altamente vulnerables, se suele proceder a una extracción manual de las plantas invasoras, un proceso -dice Granizo- «carísimo, largo y complicado» que nunca se acaba.
Otra técnica es la que ha propuesto la Estación Científica Charles Darwin, que consiste en sembrar plantas nativas junto a las invasoras para que estas últimas mueran por falta de sol.
Al tema de plantas invasoras se suma también el de algunos animales que siempre han sido un problema para las islas, entre ellos perros, ratas, cerdos y chivos, aunque estos últimos «ya casi están erradicados con un excelente programa de control», reveló.
En la isla de Santa Fe lograron eliminar las ratas a base de venenos que, en dosis y cantidades adecuadas, no causan impacto.
Para ello debieron sacar temporalmente a todos los gavilanes de la isla para evitar que se comieran las ratas envenenadas; las aves fueron reintroducidas progresivamente hace unos seis años.
Todo ese esfuerzo para preservar un archipiélago, que en su 98 % es Parque Nacional, y que es reconocido por su diversidad de flora y fauna, únicas en el mundo, y que está integrado por 13 grandes islas, 6 pequeñas y más de 100 islotes y rocas.
Fuente: EFE
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