Wilaiwan Mee-Nguen innovó en Tailandia con un extraño y dulce negocio: postres en forma de caca de perro que, según ella, dejan a sus clientes con ganas de chuparse los dedos después de que se los comen.
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Los pasteles se fabrican en la planta baja de una casa, ubicada en los suburbios de Bangkok. El impacto que causa su pastelería le ha permitido hacerse viral en las redes sociales y en varios medios de comunicación.
«A algunos les gusta, a otros no», reconoce Wilaiwan. A pesar de sus características superficiales poco agradables a la vista, las tortas están hechas a base de gelatina y leche de coco.
La pastelera es la más sorprendida por la popularidad que han alcanzado sus productos. Hasta ahora los comercializa a través de internet y de forma discreta, y ya vende un promedio de mil unidades cada mes a un precio de 25 bahts por pastel.
«Me sorprende porque hago esto además de mi trabajo principal. Paso mis fines de semana y mi tiempo libre haciendo estas formas extrañas que nadie ha visto antes», dice Wilaiwan, quien bautizó su marca con este mismo nombre.
La idea le nació hace unos meses cuando un cliente le pidió un pastel con forma poco común. Primero hizo un molde con forma de perro, pero luego optó por hacerlo en forma del popó.