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Bomberos de Quito vigilan a la ciudad desde su helicóptero

El helicóptero de los Bomberos de Quito fue entregado hace aproximadamente 3 meses. Su labor compete la atención de emergencias en la capital y la cooperación en atenciones a nivel nacional.

Argus es el único helicóptero del Cuerpo de Bomberos de Quito. Su misión diaria es atender emergencias como incendios o salvamento de personas.

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‘Argus’ cuenta con dos turbinas marca Arriel 1k1 de 771 shp con los que se consigue vuelos de gran altura (4500 metros) y en altas temperaturas.

El helicóptero de uso utilitario. La unidad puede transportar a 7 pasajeros, con la posibilidad de adaptación de dos camillas y un paramédico.

La carga disponible es de 1.200 kg, es decir 318 galones o 1.208 litros de agua para el combate de incendios forestales con el uso del sistema bambi bucket. Posee además una luz de búsqueda y un panel de instrumentos compatible con la tercera generación de lentes de visión nocturna (NVG).

El coronel Eduardo Valencia comentó que para su operación fue creada la Dirección de Operaciones Aéreas del Cuerpo de Bomberos de Quito que está a su cargo. La unidad está conformada por personal capacitado para la atención de emergencias. Son nueve personas: cuatro pilotos con amplia experiencia, dos funcionarios administrativos, dos paramédicos y rescatistas además de un operador de servicio y seguridad.

La inversión aproximada para su compra fue de 2 millones dólares y cuenta con una estación base en el exaeropuerto de Quito, hoy convertido en el parque Bicentenario.

Valencia indicó que desde su presentación para el servicio a la comunidad la unidad de vigilancia ha tenido varias atenciones a emergencias. «El helicóptero cumple funciones específicas como evacuación aeromédica, combate contra incendios, transporte de personal, reconocimiento de campo y apoyo a otras instituciones», indicó.

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LA LABOR DE UN RESCATISTA DEL HELICÓPTERO DE LOS BOMBEROS DE QUITO

Moris Ocaña, paramédico, contó sobre sus experiencias a bordo de la unidad. «Es una actividad de mucha responsabilidad y nueva, es para mi un placer el ser parte del equipo», comentó.

Su labor se inicia muy temprano, ellos cumplen un rol antes incluso de que el helicóptero despegue. «Todos los días realizamos un chequeo médico a los pilotos para que en caso de existir emergencias se encuentren en condiciones óptimas. Además analizamos las máquinas con las que normalmente operamos. Siempre atentos ante cualquier misión», indicó.

Muchas son las experiencias que ha vivido como paramédico pero ninguna se asemeja al hecho de volar. Una de ellas lo marcó.  «Recuerdo el apoyo que entregamos a un parapentista que cayó en el sector de Lloa. Yo al salir de la estación a bordo del helicóptero analizaba la situación y en mi cabeza consolide la idea, que todas las personas que atendemos emergencias tenemos, encontrarme con el peor escenario posible. Al llegar sentimos calma cuando observamos que esa visión no siempre fue real», precisó Ocaña.

En esa ocasión, el paciente tenía una fractura en el fémur y otra en el tobillo. El junto a su compañera lo estabilizaron y pudo ser transportado a una casa de salud.

Las situaciones que viven día a día les han enseñado, según Ocaña, a valorar los minutos. «Nosotros como paramédicos manejamos la hora dorada, es decir que desde el momento en el que se produce el incidente tenemos el lapso de 60 minutos para que el paciente ingrese al quirófano. De este tiempo tenemos los 10 minutos de platino para estabilizar al paciente. En el caso del accidente en Lloa, desde el punto cero hacia el poblado nos tomaba 15 minutos aproximadamente. Y desde esa zona hacia el hospital Carlos Andrade Marín nos tomaba cerca de 40 minutos, 55 minutos solo en la transportación. Nosotros desde el punto del accidente hacia el ECU911 nos tardamos cinco minutos. Esta diferencia marca la vida de los pacientes», determinó.

«La vida de un paciente depende del tiempo de la primera gasa», concluyó Ocaña.

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