Hay parejas que creen que sus problemas se pueden solucionar si tienen un hijo. Aquellos que han intentado salvar su relación a base de procrear suelen olvidar que tener un hijo es, entre otras cosas, una importante fuente de estrés.
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De acuerdo con un estudio del Instituto Max Planck de Investigaciones Demográficas, en Rostock, Alemania, el descenso de bienestar vital durante el año siguiente al primer nacimiento es aún mayor que el causado por el desempleo, el divorcio o la muerte de un compañero.
La investigación señala que la forma en que se constituye la familia puede ser alterada completamente con la llegada de un niño, informa el sitio muy interesante.
La publicación cita el libro de la antropóloga Martine Ségal «À qui appartiennent les enfants? » («¿A quién pertenecen los niños?»). Según ella, la pareja deja de ser el centro de atención cuando un niño viene al mundo.
La vida de la pareja gira en función del bebé, el tiempo en pareja se reduce al mínimo y esto puede provocar que alguno de los miembros se sienta afectivamente abandonado.
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