Emmanuel Macron es el responsable de un terremoto político en Francia.
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Hace un año, él era miembro del gobierno de uno de los presidentes franceses más impopulares de la historia, François Hollande.
Ahora, a los 39 años, ganó las elecciones presidenciales, derrotando hace dos semanas a la corriente dominante del centro-izquierda y centro-derecha que se alternaba el poder, y este domingo a la extrema derecha.
1. Tuvo suerte
Sin lugar a dudas, Macron se llevó a la victoria en parte por los vientos de la fortuna.
Un escándalo público dejó noqueado al candidato favorito inicial, el centro derechista François Fillon.
También el candidato socialista Benoît Hamon, del sector de izquierda, sufrió un golpe muy duro luego de que fue abandonado por los votantes tradicionales de su partido.
«Fue muy afortunado, porque se enfrentó a una situación que era completamente inesperada», dice Marc-Olivier Padis, del grupo de estudios Terra Nova de París.
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2. Fue astuto
Pero la fortuna no es toda la historia.
Macron pudo haber contendido por la candidatura del Partido Socialista, pero se dio cuenta que, tras años en el poder e índices de aprobación pública bajos, la voz del partido siempre tuvo problemas para ser escuchada.
«Fue capaz de prever que había una oportunidad cuando nadie lo hizo», dice Padis.
Observó a los movimientos políticos que han surgido en otras partes de Europa, como Podemos en España, o el 5 estrellas de Italia, y entendió que no había ninguna fuerza renovadora equivalente en Francia.
En abril de 2016, estableció su propio movimiento ciudadano, En Marche! (¡En Marcha!) y cuatro meses después se retiró del gobierno del presidente Hollande.
3. Ofreció algo nuevo
Después de haber creado su movimiento, tomó nota de la campaña de Barack Obama en Estados Unidos en 2008, dice la periodista independiente Emily Schultheis.
Su primera tarea importante fue la Grande Marche (la gran marcha), cuando movilizó a sus crecientes filas de activistas, muy energizados pero sin experiencia.
«La campaña utilizó algoritmos de una empresa política con la que trabajaba, que por cierto se habían ofrecido a la campaña de Obama en 2008, para identificar los distritos y barrios que eran más representativos de Francia», dice Schultheis.
«Enviaron a la gente a que tocara en las puertas de 300.000 personas», explica.
Los voluntarios no solo repartían volantes, llevaron a cabo 25.000 entrevistas de unos 15 minutos con los votantes en todo el país.
Esa información se introdujo en una gran base de datos que ayudó a entender cuáles deberían ser las las prioridades y políticas de campaña.
«Fue un grupo de discusión masiva de Macron para medir la temperatura del país, pero también se aseguró que la gente tuviera contacto con su movimiento desde el principio», explica Schultheis.
«Era un ejercicio de entrenamiento que realmente puso las bases de lo que hizo este año», añade la periodista.
Y supo sacarle provecho.
4. Presentó un mensaje positivo
La personalidad política de Macron parecía estar envuelta en contradicciones.
Era el político «recién llegado» que también solía visto como el protegido del presidente Hollande, quien luego lo designó como ministro de Economía.
También como un exbanquero de inversiones fundando un movimiento político, o como un político de centro con un programa radical para recortar puestos y gastos del sector público.
Eran municiones perfectas para su rival Marine Le Pen, quien lo tildó como el candidato de la élite, no el novato que decía ser.
Pero Macron esquivó los intentos de que lo etiquetaran como un nuevo François Hollande, creando un perfil que resonó entre la gente desesperada por algo nuevo.
«Hay un prevaleciente estado de ánimo pesimista en Francia, en cierto modo, demasiado pesimista. Y él vino con un mensaje muy optimista, positivo», dice Marc-Olivier Padis, el analista de Terra Nova.
«Es joven, lleno de energía, y no explicaba lo que va a hacer de Francia, sino cómo la gente conseguirá oportunidades. Él es el único que tuvo este tipo de mensaje», opina.
5. Tenía enfrente a Marine Le Pen
Contrario al tono optimista, el mensaje deMarine Le Pen llegó a ser muy negativo: antiinmigración, anti Unión Europea, antisistema.
Los actos de campaña de Macron eran muy iluminados, con música pop a todo volumen, dice la periodista Emily Schultheis.
En cambio, las reuniones masivas de Marine Le Pen tenían a manifestantes que lanzaban botellas y bengalas, una fuerte presencia policial, escenarios oscuros y un público «muy enojado».
El gran debate de televisión el 3 de mayo fue de acusaciones, con una serie de insultos por ambas partes.
Le Pen era la «gran sacerdotisa del miedo», una comerciante de aceite de serpiente del mismo entorno extremista que su padre.
Él era un títere socialista, una herramienta peligrosa del mundo financiero global que haría lo que pidiera la Alemania de Angela Merkel.
Sin embargo, muchos se alarmaron por la perspectiva de una presidencia de extrema derecha potencialmente desestabilizadora y divisoria, y lo veían a él como el último obstáculo en su camino.
Marine Le Pen pudo haber ejecutado una campaña muy eficaz, pero sus índices de popularidad se desinflaron durante meses.
Estaba en la delantera en las encuestas del año pasado, llegando hasta el 30%, y sin embargo, en tan solo dos semanas, dos veces por Emmanuel Macron.
Con informació de BBC Mundo