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Dolor y sangre para regar la fertilidad en la India

El barrio de Shukarpur, en el noroeste de Delhi, se convirtió hoy en escenario de este ritual que preservan los tamiles residentes en la capital de la India para la diosa sureña de las lluvias.

Mujeres con la lengua perforada por objetos punzantes y hombres que arrastran camiones con garfios enganchados de la espalda son parte de los cientos de penitentes que se congregan cada año para agradecer a Mariamman, la diosa tamil de la fertilidad, el regalo de un nacimiento.

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El barrio de Shukarpur, en el noroeste de Delhi, se convirtió hoy en escenario de este ritual que preservan los tamiles residentes en la capital de la India para la diosa sureña de las lluvias.

Varios hombres ataviados con ropas rituales afilan desde el alba enormes tridentes de hierro que miran a contraluz para cerciorarse de que podrán atravesar la piel y la carne de los devotos.

Son tamiles y fieles de un templo dedicado a Mariamman en este barrio que se ha convertido con el tiempo en el hogar de muchos emigrados del estado meridional indio de Tamil Nadu.

«La dureza del sacrificio debe ser acorde con la importancia que ellos den al deseo que la diosa ha cumplido», explica uno de esos seguidores, Rajesh M., mientras dispone con cuidado en el suelo los distintos tridentes.

La comitiva de penitentes no tarda en aparecer al ritmo de una música festiva.

Muchos de los sacrificios son típicos de la famosa festividad tamil de Thaipusam -celebrada durante los meses de enero y febrero en homenaje a varios dioses guerreros del hinduismo-, adaptada ahora para dar las gracias a la diosa de la fertilidad.

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«La devoción por nuestros dioses es muy fuerte aunque estemos lejos de nuestra tierra, por eso la gente lo vive con tanta intensidad», declara Rajesh M. señalando a los hombres y mujeres que llegaban bailando en éxtasis.

Ayunan durante dos días para que el cansancio les ayude a hacer frente al dolor que experimentarán, por lo que muchos se desmayan o caminan tambaleándose hasta el grupo de voluntarios del templo.

Cuando llega el momento, varios hombres sujetan la cabeza y las piernas de los penitentes mientras les clavan enormes puntas de tridente en la cara, atravesándoles ambas mejillas.

Algunos gritan y amagan con desmayarse mientras los asistentes se esfuerzan por impedirlo; otros encuentran fuerzas para bailar al ritmo de la música sujetando con ambas manos el tridente que les atraviesa el rostro.

«No es tan doloroso (…) el ayuno es tan duro que no sentimos mucho dolor. Si hay un incendio en tu casa sentirás mucho dolor pero aquí es distinto (…) a mí me ha desaparecido completamente porque creo mucho en nuestra diosa», asegura a Efe A. Ramu, de 47 años.

Pero aún le queda lo peor: caminar en procesión durante casi un kilómetro con la vara ensartada y llegar al templo, donde le espera una piscina de brasas que deberá cruzar para dejar de estar en deuda.

Otro devoto, Suresh, se engancha varios garfios a la piel de la espalda y tira de una furgoneta hasta llegar al templo.

No puede contar cuál es el favor que le fue concedido, solo dice que está relacionado con los problemas que tuvo su mujer durante el parto.

«Lo que me dieron los dioses fue tan importante para mí que juré hacer esto tres años seguidos, éste es el segundo», revela este hombre de 35 años.

La mayoría de las promesas cumplidas están relacionadas con problemas de fertilidad superados o enfermedades de los hijos sanadas, problemas de los que la diosa Mariamman se ocupa, según la creencia hindú.

«Mi mujer no conseguía quedarse embarazada (…) pero mi hermana hizo un voto a la diosa y conseguimos tener un hijo en menos de un año (…) Por eso hoy hemos caminado sobre el fuego, hemos afeitado la cabeza a nuestro hijo y hemos sacrificado un cordero para el templo», enumera a Efe Dilip Kumar, de 28 años.

Después de cruzar las brasas, algunos con sus hijos en brazos, los penitentes son ayudados a retirarse los tridentes y limpiar las heridas con talco y jugo de limón.

Muchos se restriegan por el suelo con la mirada perdida y aullando mantras en tamil.

Lo explica Rajesh M.: «Ya está, la diosa ha entrado en sus cuerpos». EFE

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