Las parejas que viven juntas, se llevan bien, no tienen aparentemente grandes problemas, pero han aparcado su vida sexual –no se sabe muy bien por qué–, aumentan cada día.
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Según investigaciones de Robert Epstein, famoso psicólogo de San Diego y fundador y director del Centro Cambridge de Estudios del Comportamiento en Beverly, Massachussetts, entre un 10 y un 20% de los matrimonios y las relaciones románticas en Estados Unidos no tienen sexo, lo que llevaría a una suma de 40 millones de personas.
Se cree, además, que esta cifra podría ser mucho mayor en realidad, ya que muchos individuos rehúsan hablar de su vida sexual y mucho menos reconocen que carecen de ella, teniendo partenaire. Para Epstein una pareja sin sexo es aquella que tiene menos de un encuentro al mes o menos de 10 al año.
Pero lo cierto es que no es difícil engrosar la lista de parejas asexuadas, pasados varios años de convivencia, aún cuando los miembros se lleven bien, haya comunicación e, incluso, intimidad.
El sexo es lo primero que se deja para mañana cuando la lista de quehaceres es larga y extensa. En parte porque todavía seguimos con la idea de que la pasión y el entusiasmo son cualidades que vienen en el pack “dos personas que se quieren se van a vivir juntas”.
En principio si vienen, lo que pasa es que las pilas se acaban. Ante esta nueva situación muchos piensan que la vida es así y que inevitablemente todo llega a su fin –no se les ocurre pensar que existen baterías de recambio–.
Como se llevan bien con su media naranja, les gusta el mismo tipo de cine, todavía le quedan muchos años de hipoteca e inician un periodo de hibernación, interrumpido por las vacaciones de verano, en las que pueden tener algunos encuentros para darse cuenta de que casi es mejor no tenerlos.
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Así pueden continuar el resto de sus días o, también puede ocurrir, que alguien se les cruce por el camino a uno de los dos, le haga descubrir el sexo por segunda vez, o tal vez por primera, y ponga fin a una relación más de compañeros de piso, que de cama.
Las consecuencias
Recientes estudios científicos indican que las mujeres son las primeras en perder interés tras años con la misma pareja y que el síndrome de deseo hipoactivo, es decir la falta de ganas, podría ser nada más ni nada menos que aburrimiento, como se exponía en un artículo publicado en el Huffington Post y titulado
¿Es la monogamia la causa de disfunción sexual femenina y puede una pastilla ser la respuesta?
La mayoría de los hombres, por su parte, tras un tiempo de convivencia, empiezan a cansarse de ser ellos los que lleven la iniciativa en el terreno erótico, del mito de que siempre están dispuestos y de la creencia de que el género femenino es el más necesitado de que le doren la píldora.
Fuente: El País