Como en un concierto de rock «duro», los feligreses se visten de oscuro y sacuden fuertemente la cabeza cuando el bajo eléctrico y la batería comienzan a sonar en una sala pintada de negro y decorada con tribales blancos.
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Tras varias canciones de alto voltaje, los fieles, algunos con camisetas de Metallica o Joy Division, se sosiegan y el pastor Batista comienza el culto. No usa traje, como la mayoría de los ministros evangélicos, sino pantalones vaqueros y unas deportivas blancas y rojas.
Los tatuajes -todos con referencias a la fe cristiana- cubren sus brazos, una decena de pendientes perforan sus orejas y en su barba cuelga una trenza grisácea de unos cuatro centímetros de largo.
Además de pastor, Batista es vocalista de un grupo cristiano de death metal llamado «Antidemon» y uno de los fundadores de esta iglesia «no convencional» creada en 1998 por «necesidad divina».
«Esto forma parte de un plan de Dios para traspasar las barreras, que tenían un formato más cerrado y dejaban de alcanzar muchas vertientes de la sociedad», cuenta Batista, en referencia a otras corrientes más conservadoras, como la poderosa Iglesia Universal del Reino de Dios o la Asamblea de Dios.
María Aparecida Castellini, de 54 años, tiene siete hijos y tres de ellos pertenecen a iglesias evangélicas tradicionales que no «toleran» que se vista con estética punk: se tiñe el pelo de verde, se pinta las uñas y los labios de azul eléctrico y utiliza ropas rasgadas que dejan entrever su piel.
Se declara una «loca» de Jesús y del rock, pero no por ello está «para ir a un manicomio», como le aconsejaban en su anterior iglesia, Renascer en Cristo.
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«Me decían que el rock era pecado, que era cosa del demonio. Y yo preguntaba: ¿Dios, será que estoy en el lugar correcto?», recuerda Castellini, quien dice que camina hasta dos horas para asistir al culto de la Crash Church.
Detrás de un púlpito con aires medievales, el pastor Batista lee el Evangelio, mientras que los devotos lo siguen en sus teléfonos móviles, en Sagradas Escrituras de papel o a través de las pantallas de televisión donde se reproducen los pasajes bíblicos.
Batista utiliza jerga popular para explicar la palabra del Señor e intercala las lecturas con las canciones de rock, que, a pesar de su intensidad, no alteran a dos bebés de pocos meses que duermen en los brazos de sus madres, ni a la señora de unos 80 años que escucha impávida la estridente música.
En una de sus intervenciones, el pastor compara la historia de Jesús con la de la iglesia y recalca, que a pesar del prejuicio que existe contra ellos, también son «de Dios».
«Ellos esperan algo con una cara, como el pueblo esperaba a Jesús, esperaban un Mesías imponente, un rey, un libertador, no esperaban al hijo de un carpintero. Nadie espera una iglesia como la nuestra. No esperan que seamos personas de Dios, pero somos de Dios», asegura.
A su juicio, iglesias como Crash Church han contribuido para la expansión de la religión evangélica, la cual, a diferencia del catolicismo, ha ganado terreno en los últimos años en Brasil.
En 1994 el 75 % de los brasileños era católico, pero ese porcentaje se ha reducido hasta el 50 %, mientras que los evangélicos han avanzado hasta representar al 29 % de la población.
Tan solo entre 2014 y 2016, el catolicismo, la religión dominante en Brasil, perdió a 9 millones de fieles en el país suramericano, donde los evangélicos cuentan con un gran poder político y económico.
Según el último censo, el número de brasileños que se declaró cristiano pentecostal saltó del 10 % en el año 1994 al 22 % actual, mientras que los no pentecostales ascendieron del 4 % al 7 %.
Fuente: EFE