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Escuela de exorcismo en Argentina

“Aprender todas las herramientas es una forma de poder combatir” al diablo, dice Luciana Jeaume, una empleada de 38 años interesada desde pequeña por la brujería y hechicería, ahora aprendiz de exorcismo.

Con crucifijo alzado, rocío de agua bendita, oraciones llenas de fervor y la mirada fija en el poseído, Manuel Acuña muestra su receta para apartar al diablo en su escuela para consultores en exorcismo en Argentina, la primera de América Latina. «Dios me ha puesto en este camino, yo no elegí ser exorcista.

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Ser exorcista es un llamado, el llamado de Dios a trabajar en la infantería entre los suyos», dice Acuña, que se presenta como obispo carismático luterano y dice haber hecho el mayor exorcismo del mundo.

Acuña, de 54 años, ofrece sus misas de sanación contra hechizos y maleficios en una pequeña y modesta parroquia en Santos Lugares, casual ubicación gracias a una donación, en un barrio de clase media baja en la periferia de Buenos Aires.

Allí, en la parroquia El Buen Pastor, asegura que hizo «el mayor exorcismo del mundo» en 2015, el de Laura, que había estado diez de sus 23 años internada en un hospital psiquiátrico y hoy «está perfectamente bien de salud».

Con un penetrante olor a incienso, el obispo recibe a la AFP frente al altar donde reposan estatuillas del arcángel San Gabriel, el «exorcista invisible», y del arcángel San Rafael, patrono de la salud.

Son 35 los alumnos, todos adultos, que cursan la carrera de Parasicología, Angelología y Demonología, por 700 pesos mensuales (47 dólares) para obtener en tres años un título de Consultor Exorcístico.

«Aprender todas las herramientas es una forma de poder combatir» al diablo, dice Luciana Jeaume, una empleada de 38 años interesada desde pequeña por la brujería y hechicería, ahora aprendiz de exorcismo.

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El programa incluye clases de filosofía, psicología y antropología, pero también de chamanismo, interpretación de fenómenos paranormales y demonología, que «estudia el carácter y la función del diablo y de todos los demonios», explica Acuña.

Encarar al diablo

El padre Manuel, como lo llaman todos, dice que el 4 de abril de 2001, en plena misa, una quinceañera empezó a reptar y a hablar en otras lenguas.

Pese a que la chica pesaba solo 40 kilos, Acuña necesitó de otras ocho personas para sostenerla. Aquel día hizo su primer exorcismo y desde entonces realizó otros 1.200, sostiene.

«No tuve miedo. Ese día intercambié cartas de presentación con el diablo», describe este hombre que pertenece a la Asociación de Iglesias Evangélicas Luteranas Independientes, con sede en Nueva York.

En una pared de la parroquia, una imagen del rostro ensangrentado de Cristo parece abrir y cerrar los ojos según desde donde lo mire el visitante.

Mientras habla, el «obispo exorcista», como se presenta, levanta la cruz de madera que utiliza en las misas de sanación, la misma que usó para exorcizar a Laura y que Dios le «indicó en un sueño», afirma.

Una vez por mes convoca a un ritual contra hechizos y maleficios y la presencia de cientos de fieles obliga a cortar la calle.

Entre ellos se producen «manifestaciones diabólicas», con gritos y desmayos. Una mujer escupe sangre, constata el equipo de la AFP. «Es porque hubo un pacto con sangre animal», explica el obispo.

En un pasillo decenas de fotos muestran al anfitrión junto a personajes de la farándula vernácula y en sus apariciones mediáticas.

También se lo ve con el padre Jorge Bergoglio, hoy papa Francisco, aunque los luteranos no responden al Vaticano.

«El misterio de lo invisible puede ejercer fascinación en unos, pero también muchas críticas. No somos ingenuos, se me ha llamado de todas formas posibles», dice.

El pastor Esteban Tronovsky, de la Iglesia Evangélica Luterana Argentina, que no apoya el exorcismo, considera que esta práctica no se aprende.

«Hay cuestiones que van más allá del simple conocimiento, que están supeditadas al mandato de Dios», dice al marcar distancia con esta escuela como otras tres congregaciones luteranas consultadas por la AFP.

Aprendices

La nueva carrera busca que la práctica exorcística sea aprendida por personas comunes. Entre el alumnado hay amas de casa, abogados, un escritor, un arquitecto.

«El consultor exorcístico va a estar en condiciones de determinar dónde hay una manifestación diabólica, una posesión, una opresión, una obsesión o un maleficio», herramientas para poder «hacer prevención espiritual», explica Acuña.

El padre advierte contra «la brujería, la adivinación y la superstición, porque son caminos abiertos a lo negativo y a la presencia diabólica».

En la parroquia hecha aula, Eduardo Klinec, un alumno, explica con vela en mano a sus compañeros de curso de qué manera prenderla para una sanación.

Es su examen final de velomancia (adivinación con velas) frente al histriónico parasicólogo Alejandro Morgan, el docente, un exfutbolista cuyos conocimientos de ocultismo le vienen de su abuela.

«El miedo y el escepticismo se van con el conocimiento», sostiene Klinec, un empleado informático de 53 años que busca compensar «lo mental, la lógica y lo material» de su vida laboral.

Los estudiantes abordan también la radiestesia (percibir radiaciones electromagnéticas) y los eneagramas, un sistema de clasificación de personalidad.

«Me siento bendecida de poder hacer, a esta edad, esta carrera que me está dando respuestas a muchas experiencias de vida que nadie me sabía dar», afirma Gloria Sánchez, de 60 años y jubilada, que estudió psicología social y terapias alternativas.

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