El alcalde Jaime Nebot, en una entrevista radial el miércoles 19 de octubre, destacó los avances que ha tenido Guayaquil durante su administración, un progreso que, dijo, es el fruto del trabajo de todos juntos.
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“Su población (de Guayaquil) puede sentirse orgullosa de lo que ha hecho y de lo que seguirá haciendo. El Alcalde no es más que un facilitador de la iniciativa ciudadana, pues el Municipio no es otra cosa que el pueblo” ha definido.
El alcalde guayaquileño se refirió a las obras que han hecho la diferencia estos años para convertir a la ciudad de un lugar donde se venía solamente por un trámite o a visitar a un familiar, pero no a pasear o hacer turismo, a la ciudad que es ahora, la más visitada, contando las visitas de nacionales y extranjeros, de todo el Ecuador. “Esa apuesta por el turismo que hicimos el año 2000, la estamos ganando”, ha resaltado.
En este orden mencionó las obras emblemáticas que han forjado a la nueva Guayaquil, un punto de atracción turística en la región, muy distante de su pasado inmediato, donde el aeropuerto era un nido de ratas que se inundaba. Ahí resaltó el nuevo aeropuerto internacional José Joaquín de Olmedo.
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“Esto suma, entre regeneración urbana, aeropuerto, terminales terrestres, esfuerzo de la hotelería, conectividad, esfuerzo de sus restaurantes, esfuerzo privado de sus urbanizaciones, el esfuerzo de sus taxista, y si a esto se suma la feria de libros, el Comic, la feria de Guayaquil, el centro de convenciones, nada de lo cual había hace 16 años, cuando hicimos esta apuesta, con la ayuda del pueblo la estamos ganando”, ha recordado.
Cuando venía un extranjero, relató, aquí había que llevarlo, si era al club de la Unión, tenía que hacerlo mirar hacia el norte, porque si miraba hacia el sur, como a lado quedaba esa inmundicia llamada mercado sur, las ratas atravesaban los salones del Club de la Unión, que ‘se supone que es un club oligarca, pelucón, como dirían ciertas personas’, entonces, continuó, de ahí tenía, lo más pronto posible, llevarlo a la Costa y ‘quizá al cementerio, porque siempre hemos tenido un buen cementerio, para mí, mejor que el de la Recoleta de Buenos Aires, y recuerdo lo que se decía cuando yo era joven y era que esta es una ciudad donde los muertos viven mejor que los vivos’.
Volvió a recalcar su filosofía del trabajo, donde las cosas, apuntó, se hacen, no se hablan, no se hacen filosofando o prometiendo, sino haciendo y cumpliendo.