Reiniciar el computador es una estrategia tan eficaz que incluso se ha convertido en el primer consejo que llega del departamento de informática: pone las pilas a los enojosos navegadores que funcionan con exasperante lentitud, espabila a los routers que pierden la señal wifi y despiertan a los teléfonos que no responden a ningún estímulo.
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Lo curioso es que es casi como un ‘conjuro’, puesto que muchas veces no se sabe por qué ha funcionado. Lo que sí se sabe es que hay muchas posbilidades.
Cuando aprietas el botón de encendido, lo único que hace la máquina es: poner en marcha el único programa que tiene físicamente instalado.
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Este pequeño software organiza el encendido del sistema operativo, que, a su vez, dirige una orquesta de innumerables programas: un editor de texto, un navegador, un reproductor de sonido… También establece conexiones con hardware como la impresora, la tarjeta gráfica y el router, a través de programas que les permiten hablar el mismo idioma, llamados drivers. Muchas veces, parece que los intérpretes pierden sus partituras y el desorden hace que el ordenador se quede bloqueado; deja de funcionar.
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Otro clásico es que el ordenador siente que tiene demasiadas tareas pendientes. En esos casos -y también cuando se encuentra con situaciones que no habían sido previstas por los programadores- se queda atrapado en un bucle del que no sabe salir. Esto sucede porque todo el proceso implica una cadena de instrucciones que deben seguirse un orden determinado, pero la tarea A está esperando a que se lleve a cabo la tarea B mientras que la B está esperando a la A. Volver a la casilla de salida es el único remedio. Eso significa retornar al momento en que despierta al sistema operativo.