Más de 1.900 personas, unas 36 al día, han muerto en una violenta campaña contra el narcotráfico en Filipinas desde que el presidente Rodrigo Duterte asumió el cargo hace siete semanas, informó el martes- 23 de agosto- el jefe de la policía del país.
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El director general de la policía filipina, Ronald dela Rosa, afirmó durante una audiencia en el Senado que no había una política declarada de matar a drogadictos y traficantes y que se estaban investigando unas 1.100 muertes.
«No somos carniceros», aseguró el responsable, y agregó que las otras 700 muertes se produjeron en operaciones policiales antinarcóticos.
La cifra de víctimas que entregó dela Rosa ante el Senado supera los 1.800 que informó en la audiencia que tuvo el lunes. El responsable no explicó la diferencia, pero afirmó que las cifras estaban actualizadas.
Dela Rosa informó de que casi 700.000 consumidores y traficantes se han entregado para escapar a la represión y que hubo un descenso en el crimen general, aunque los asesinatos y homicidios aumentaron.
La investigación del Congreso es dirigida por la senadora Leila de Lima, una acérrima crítica del presidente. La legisladora citó a los principales funcionarios policiales y antinarcóticos para que expliquen el incremento «sin precedentes» en las muertes y en las noticias de ejecuciones perpetradas por vigilantes.
Duterte, apodado «el Castigador», fue elegido tras su promesa de acabar con las drogas y advertir a los narcotraficantes que se arriesgaban a morir si no cambiaban su modo de vida.
El mandatario filipino ha advertido a los legisladores que no interfieran con la campaña y que podrían perder la vida si obstaculizan las iniciativas que apuntan a mejorar a Filipinas.