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La cárcel de Noruega es tan cómoda como un hotel 5 estrellas

Nada en la isla de Bastoy (Noruega) hace presuponer que se trata de una cárcel en la que conviven asesinos y  violadores. Más bien parece un lugar de vacaciones de dos kilómetros cuadrados donde tomar un descanso y estar en contacto permanente con la naturaleza. Pero es que en el país noruego las cosas funcionan de otra manera.

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Allí los presos, toman el sol, montan en bicicleta y se ocupan del cuidado de plantas y animales como vacas, caballos y aves. Los 115 inquilinos de la isla deben cumplir una serie de condiciones para ingresar en Bastoy; la primera y principal es que esté cerca el fin de su condena y la segunda es que demuestren que están trabajando duro para lograr la reinserción.

Esta cárcel es como una especie de lugar de entrenamiento antes de volver a la vida normal y por eso su día a día es bastante parecido a como sería en el resto del país, ya completamente libres. Comparten alojamiento en pintorescas cabañas de madera y tienen una serie de ventajas que hacen que cualquier preso del mundo tenga envidia.

Pueden estudiar, llamar a sus familias desde cabinas telefónicas y recibir visitas a solas. Incluso cobran un pequeño salario por su trabajo (8 euros al día y 24 euros los fines de semana). Por eso a nadie le sorprende que haya lista de espera para poder entrar en esta prisión, ya que ofrece mejores condiciones que muchos lugares del exterior.

 

Y el éxito está asegurado. El objetivo de las autoridades noruegas es que estas personas se reincorporen a la sociedad y no vuelvan a reincidir y los datos apoyan este tipo de decisiones. En Noruega, la tasa de reincidentes es del 16%, con el 84% de las personas que han estado en la cárcel sin volver a cometer un delito, mientras que el resto de Europa se queda bastante lejos de estos logros. La máxima es rehabilitación por encima de castigo.

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