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Venezuela: peligro y muertes en las filas para comprar alimentos

La vida del venezolano se refleja en las filas: hay asaltos violentos, partos y hasta rupturas de parejas; en promedio, un venezolano pasa 35 horas por mes esperando hacer una compra.

Las filas de miles de personas en Caracas, Venezuela, en busca de alimentos son blancos para los ladrones, que a veces la recorren persona por persona. Los supermercados y camiones de abastecimiento suelen ser vigilados por soldados con lanza gases y fusiles de asalto.

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A medida que las filas se vuelven más largas y peligrosas, se han convertido no sólo en el escenario de la vida cotidiana sino en un telón de fondo de la muerte.

Más de dos docenas de personas han sido asesinadas en las filas en los últimos doce meses, incluida una niña de cuatro años atrapada en un tiroteo entre pandillas. Una mujer de 80 años murió aplastada cuando una fila de clientes se convirtió repentinamente en una turba de saqueadores, algo que sucede con una creciente frecuencia, a medida que en Venezuela se acaba prácticamente todo.

«La crisis se ha empeorado exponentemente. Eso se convierte en grandes colas que es la vida ordinaria de un venezolano», dijo el presidente de Datanálisis, Luis Vicente León. «Esta población que está en la calle es hipersensible, puede haber conflictos, peleas, trampa, de todo. Están competiendo por un bien escaso».

La vasta riqueza petrolera de Venezuela era el combustible de una economía rebosante. Pero años de mala administración bajo un gobierno que se dice socialista provocaron la parálisis de buena parte de la producción, y el país pasó a depender en gran medida de las importaciones.
Los viernes se alargan las filas de los bancos porque los cajeros automáticos, que dan ocho dólares diarios, no dan abasto con la inflación más alta del mundo, y los cajeros no se recargan los sábados ni los domingos.
Los lunes y martes las colas se alargan en las aceras frente a las oficinas de inmigración, como si la gente hubiera decidido durante el fin de semana que no soportan una semana más de espera mientras se les va la vida.
Cada noche, hombres empujan autos enormes junto a un río para hacer fila frente a un depósito que vende baterías de automóvil pero siempre se le agotan las existencias para la media mañana.

 

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