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El papa Francisco cumple su tercer año de Pontificado, los primeros en la historia de la Iglesia Católica con dos papas vivos, Benedicto XVI, emérito tras su renuncia, y Jorge Bergoglio, en plenos poderes.
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Francisco, el 266 sucesor de San Pedro, primer papa Latinoamericano y el primero jesuita «con corazón franciscano», afrontó su pontificado dando muestras de cercanía y sencillez pero con grandes retos.
Al poco de ser elegido nombró un grupo de ocho purpurados para estudiar la reforma de la Curia y poco después, creó una comisión pontificia para reformar la estructura económica de la Santa Sede.
Al frente de un programa de reformas destinado a simplificar y dotar de transparencia las instituciones vaticanas, creó también una comisión para reformar el Instituto para las Obras de Religión (IOR), el llamado banco del Vaticano, envuelto desde hace años en escándalos financieros.
En febrero de 2014 constituyó además la Secretaría de Economía, una especie de «ministerio» encargado de gestionar todas las actividades económicas y administrativas de la Santa Sede.
Pero sus intenciones de cambio, vistas en ocasiones con recelo por la Curia, no solo se han trasladado a lo organizativo y estructural.
Francisco, quien recién elegido papa manifestó que lo primero es el Evangelio y después la doctrina, ha convocado dos sínodos de obispos sobre la familia, uno extraordinario (2014) y otro ordinario (2015) y dos consistorios, en el segundo en 2015, nombró cardenal al arzobispo de Valladolid Ricardo Blázquez, presidente de la Conferencia Episcopal Española.
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Además, para continuar con la política de «tolerancia cero» iniciada por Benedicto XVI contra los abusos sexuales a menores, instituyó una comisión específica para prevenir estos casos que han minado la imagen de la Iglesia Católica y mediante un «Motu Proprio», aprobó la reforma del código penal de la Santa Sede, que contempla y refuerza las sanciones contra la pederastia.
Ya en su primer año de pontificado publicó su primera encíclica «Lumen fidei» (Luz de la fe), que aunque escrita en su mayor parte por su antecesor Benedicto XVI, él completó.
A la anterior, siguió «Laudato Si» (Alabado seas) de 2015, primer texto pontificio sobre ecología, en el que plasmó su preocupación por el medio ambiente.
Pero a su actividad reformista dentro de la Santa Sede se ha unido su dimensión de mediador en la escena internacional.
Decisivas han sido sus intervenciones en el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, a finales de 2014, así como en el acuerdo de justicia entre el Gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), conflictos con más de medio siglo de enemistades, tensiones y enfrentamientos.