La pandemia del coronavirus transformó la típica cita con el odontólogo a una «nueva normalidad»: un chequeo virtual previo al tratamiento dental y extremos protocolos de bioseguridad . Y con toda razón. Esta profesión ha sido catalogada como la de mayor riesgo de contagio del virus porque el trabajo se realiza directo en la cavidad bucal. Recordemos que la enfermedad se propaga “a través de gotículas que salen de la nariz o la boca de una persona infectada al toser, estornudar o hablar”, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
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Aunque los dentistas siempre han implementado medidas de bioseguridad que les exige su carrera, debido a la situación del COVID-19 y el confinamiento, el Ministerio de Salud emitió el ‘Protocolo para la Atención Odontológica en Urgencias durante la Emergencia Sanitaria’. Luego entró en vigencia -desde el 1 de junio- una nueva semaforización en el país, que autorizó las consultas médicas desde el color rojo.
«Nueva normalidad»
Con la «nueva normalidad» tenemos que pasar por varios filtros antes de acudir al control con el dentista. Andrés Cabrera, odontólogo general y cirujano implantólogo, detalló a Metro Ecuador que el proceso comienza con una preconsulta, mediante aplicaciones como Zoom o WhatsApp.
Para ello, el paciente tiene que contactar al doctor y exponer el motivo de su consulta. Si lo hace mediante una aplicación de mensajería instantánea -por ejemplo- el experto realizará una serie de preguntas relacionadas con el problema del paciente para obtener un diagnóstico presuntivo. También se le indica al paciente cómo debe presentarse a la clínica ( sin aretes, anillos, collares, relojes, maquillaje, carteras y abrigos), y se le enviará el consentimiento informado que deberá firmar el paciente. Se le va a recomendar que preferiblemente asista sin acompañante a excepción de niños, adultos mayores o personas con discapacidad. «Esta preconsulta no tiene costo, pero sí se explican los posibles tratamientos y se proporciona el presupuesto», advirtió Cabrera.
Triaje telefónico. Se trata de una encuesta que el paciente responderá, con responsabilidad y sinceridad, ocho preguntas relacionas a su estado de salud, si padece enfermedades respiratorias, o si ha tenido contacto físico con personas durante los últimos 30 días. Si el dentista tiene la sospecha que es un posible caso positivo de COVID-19, aplaza el tratamiento por un mes. Sin embargo, hay urgencias odontológicas (edemas faciales, infecciones severas, fracturas dentales, hemorragias y dolor intenso) que no pueden esperar ese tiempo y el paciente es remitido a un hospital del Ministerio de Salud.
En cambio, si la salud del paciente está “en orden” se agenda la consulta presencial. Esta no coincide con otra, a fin que exista el menor contacto físico entre personas al interior de la clínica.
Doble protección y desinfección
Antes de ingresar al centro odontológico personal auxiliar desinfectará los zapatos, vestimenta del paciente y se le indicará que laves sus manos. Además verificarán su temperatura (si es superior a los 37,2°, la cita queda suspendida y se pide al paciente que acuda a un centro de salud para descartar un positivo a COVID-19).
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Seguido de ello, se le proporcionará vestimenta quirúrgica desechable: calzas o cubrezapatos, mandil o bata de manga larga, gorro sanitario, guantes, mascarilla y gafas de protección.
“Todo paciente que acude a la consulta odontológica debe ser tratado como paciente de riesgo y potencialmente sospechoso para COVID-19”, reza el ‘Protocolo para la Atención Odontológica en Urgencias durante la Emergencia Sanitaria’ de la cartera de Salud.
Si bien el personal médico siempre ha utilizado -al menos- gafas, gorro, guantes y mascarilla, ahora tiene que redoblar la protección.
Por ejemplo, el protocolo para la atención odontológica en urgencias durante la emergencia sanitaria establece que los médicos y auxiliares deben usar: traje quirúrgico, bata descartable, guantes, sobreguantes, respirador N95, gafas de protección o caretas con pantalla/protector facial y gorro.
En los lineamientos también se solicita designar un espacio exclusivo – lo más retirado del área operatoria- para la cambiarse la ropa habitual, guardar objetos personales y poder colocarse el equipo de protección.
Antes de la atención, el área de trabajo debe estar desinfectada. De hecho, el sillón dental tiene que portar un cubresillones desechable y los instrumentos esterilizados en un autoclave.
Uso de colutorio
Comienza el trabajo. Al paciente se le proporciona una funda plástica para que guarde la mascarilla. Una vez sentado se le colocará un campo de pecho desechable. Previo a la exploración se enjuagará la boca, durante 60 segundos, con un colutorio de peróxido de hidrógeno al 1% o povidona yodada al 2%. Según la explicación del doctor Cabrera es porque los peróxidos oxidan algunos elementos de la envoltura vírica (cápside), evitando así su replicación.
Cabrera, por otro lado, aportó que en su caso evita en la medida posible el uso de la turbina dental. “Porque forma un núcleo de gotas evaporadas. Estas son partículas microscópicas de agua y saliva que quedan suspendidas en el aire por 30 minutos. Si es un paciente positivo a COVID-19 habría virus suspendido en el aire”, enfatizó.
Dos horas y media aproximadamente es el tiempo que conlleva el proceso de atención al paciente, desinfección de las superficies y ventilación del consultorio. Algo que se tiene que tomar en cuenta pero que en definitiva genera confianza y seguridad.
Al finalizar el trabajo odontológico, el paciente se retira y comienza un nuevo proceso de desinfección del lugar. Se desecha todo el material e indumentaria quirúrgica que utilizó tanto el paciente como el odontólogo.
Menos pacientes, mayor inversión
El doctor Cabrera confesó que la pandemia afectó económicamente su trabajo. Y que esta “nueva normalidad” le representa una costosa inversión. “Antes yo atendía en un día entre 8 y 9 nueve pacientes; una hora para cada uno. En cambio ahora, solo puedo atender a cuatro personas en una jornada”, reveló.
«Los odontólogos nos hemos visto afectados por la especulación de productos de bioseguridad, que han tenido un incremento de tres a cuatro veces su precio. Pero veo con buenos ojos que la calidad de servicios odontológicos están mejorando hacia los pacientes», finalizó Cabrera.