El bioquímico español José Manuel López Nicolás en su libro denominado ‘Vamos a comprar mentiras’ se manifestó «harto» de que se «use la ciencia para dotar de rigor científico a algunos productos que no lo tienen».
PUBLICIDAD
El experto se encargó de desmitificar la «inocencia» de las bebidas energizantes y equiparar su daño con el del tabaco.
Así, comprobó que este producto que se presenta como inofensivo en los supermercados resultó tener el triple de azúcar del recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) por día, más el agregado de cafeína y estimulantes.
Una medida energética promedio puede llegar a tener 75 gramos de azúcar, cuando la OMS recomienda, como mucho, 25 gramos de azúcar añadido al día, según RPP Noticias.
López Nicolás señala: «Una bebida energética puede llevar un 15% de una vitamina que tiene unas alegaciones saludables aprobadas para ayudar al rendimiento, por ejemplo. Pero lo que se está tomando no es una vitamina individualmente, sino una bebida energética entera que tiene 75 gramos de azúcar. Lleva una vitamina buena, pero el producto en su globalidad es malo».
El experto señala consideró que su uso es menores de edad debería estar restringido como está el tabaco y el alcohol. «Sus riesgos deberían equipararse a los del tabaco o a los del alcohol», indicó.
Según últimos informes de la Unión Europea, las bebidas energizantes son consumidas por el 70% de los adolescentes y casí el 20% de niños entre 3 a 10 años.
PUBLICIDAD
El experto precisó que los com plementos alimenticios destinados a los estudiantes para estimular la memoria que se basan en compuestos como la fosfatidilserina, la taurina o la jalea real. Nicolás precisó: «Tienen fósforo, pero resulta que en una sardina hay el mismo fósforo que en tres cajas de estas pastillas», destacó.
Sobre la supuesta «mentira de la industria alimenticia» sostuvo: «No mienten en el sentido de que saben perfectamente lo que tienen que decir. Al final el consumidor paga por el Lactobacillus o la carnitina o por las famosas isoflavonas de soja o por los ácidos grasos que prometen que ayudan a adelgazar. Pero todos esos ingredientes tienen informes negativos o por lo menos no positivos por parte de la UE. Y las personas pagan por una vitamina o un mineral que en realidad vale 20 veces menos», consideró el especialista.
«Y con los aditivos pasa lo mismo. Estamos en la época del ‘sin’. Sin lactosa, sin gluten, sin conservantes, sin colorantes, sin aditivos… ¡Afortunadamente tenemos los aditivos! Tomándolos en las dosis recomendadas, no hay ningún problema. Pero parece que hay que meter miedo con determinados alimentos para luego comercializar sus sustitutos», analizó.
«La alimentación tradicional tiene los nutrientes necesarios para que no hagan falta este tipo de productos, pero si, por ejemplo, un niño no come pescado, le damos leche enriquecida con Omega 3. Creo que lo que hay que conseguir es que los niños coman bien y así obtendremos dos beneficios: aprenderán a comer bien y ahorraremos dinero porque las leches enriquecidas son más caras. Suplir la alimentación con alimentos funcionales no ayuda a los niños a comer bien», finalizó López Nicolás.