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¿Por qué cerramos los ojos cuando nos besamos?

¿Por qué cerramos los ojos cuando nos besamos? Una explicación científica

Casi todos cerramos los ojos cuando besamos. Somos los únicos animales que podemos amarnos, poseernos, aparearnos cara a cara, teniendo frente a nosotros el rostro y los ojos del compañero o la compañera pero ¿Por qué esa necesidad de apagar la vista durante el beso?

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Simple. Las personas cierran los ojos para permitir que el cerebro se enfoque en la tarea en cuestión. A esa conclusión han llegado las psicólogas cognitivas Polly Dalton y Sandra Murphy a través de un estudio sobre la visión y la experiencia sensorial táctil realizado en la Royal Holloway, Universidad de Londres.

El cerebro humano tiene dificultades para procesar otro sentido mientras está concentrado en los estímulos visuales. La conciencia táctil depende del nivel de carga perceptual cuando se realiza una tarea visual simultánea. Cuando la información visual desaparece, la conciencia táctil aumenta.

Sorprendentemente, las científicas llegaron a sus conclusiones sin necesidad de estudiar parejas besándose. 

 El estudio se realizó de la siguiente manera:

 -A los participantes del experimento se les asignó tareas visuales para completar mientras se medía su sentido del tacto. Las tareas consistían en búsquedas de cartas de dificultad variable. La respuesta táctil se midió respondiendo a una pequeña vibración que se aplicaba en una de sus manos.

-El análisis arrojaba un resultado claro. Las personas eran menos sensibles a la sensación táctil cuando sus ojos trabajaban más.

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-Por lo tanto, mientras nos besamos o realizamos otras actividades placenteras que impliquen una sensación táctil, como en el sexo o el baile, la gente demuestra una tendencia a centrarse en el tacto en vez de en otras experiencias sensoriales como la vista. Por eso cerramos los ojos cuando nos besamos. “Cuando se omiten los impulsos visuales, se aprovechan más los recursos cerebrales para centrarse en otra cosa”, explica Sandra Murphy, una de las autoras del estudio.

En resumen, todo se reduce a la economía de nuestros sentidos. Aunque… para qué queremos ver, si en los otros labios ya hay un universo.

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