Desde hace unos años, las series televisivas pensadas para un público adolescente se reducen a contar las historias del enfrentamiento –bullying de por medio- entre los estudiantes populares (atletas y porristas) y los «perdedores» (nerds). Sin embargo, en marzo pasado, 13 Reasons Why revolucionó los argumentos de este tipo de series. No sólo porque aborda una problemática que era tabú -el suicidio adolescente como consecuencia del hostigamiento-, sino también porque el tema es el conflicto principal de la historia.
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La ficción, que se puede ver por Netflix , cuenta las peripecias de Hannah Baker (Katherine Langford), una estudiante de 17 años que decide suicidarse porque es el centro del hostigamiento de su escuela. Unos días antes de hacerlo, graba en siete cassettes las 13 razones que la llevan a tomar la decisión y los distribuye a 13 compañeros del colegio. A cada uno de ellos, por acción u omisión, los responsabiliza de su decisión.
El infierno que vive Hannah empieza cuando uno de los chicos populares publica en las redes sociales una foto en la que ella aparece en ropa interior. Gracias a esa «filtración», sus compañeros la empiezan a tratar como una «chica fácil». Y el machismo imperante hace el resto.
En la ficción, basada en el best seller de Jay Asher, hay dos escenas que encendieron las alertas de los padres y las asociaciones de psicólogos en los Estados Unidos. La primera muestra el sufrimiento de Hannah cuando uno de sus compañeros de colegio la viola. Los pocos minutos que dura la acción son extremadamente fuertes no sólo por el hecho, sino también por la actitud de resignación con la que Hannah enfrenta la situación. La segunda, la más incómoda de ver por la virulencia con la que está contada, sucede en el baño de la casa de Hannah cuando se corta las venas. Aquí, no hay sutilezas. Tal vez no debería haberlas. De ahí que se entienda que la ficción esté calificada como apta para mayores de 16 años.
«¿Esta serie puede desencadenar una ola de suicidios adolescentes por un efecto copia?», se preguntaron, preocupadas, varias asociaciones que luchan contra la problemática en los Estados Unidos. En la vereda de enfrente, otras ONG y usuarios de las redes sociales de ese país valoraron su aporte para entender el sufrimiento que padecen las víctimas del hostigamiento.
Con información de La Nación