Keanu Reeves es el actor con los mayores ingresos de la historia por una sola película -ganó 126 millones de dólares por «Matrix Reloaded»-, pero en Hollywood es conocido por su simpatía y humildad, como refrenda en una entrevista: «Soy un tipo normal que disfruta con lo que hace».
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No aparenta los 52 años que tiene. De hecho, parece como si finalmente hubiera hecho aquel pacto con el diablo que le ofrecía Al Pacino en la película de Taylor Hackford.
Atento y educado -ofrece un vaso de agua antes de empezar la charla y pregunta si el aire acondicionado está demasiado fuerte-, se muestra jovial, atento e involucrado en la conversación; eso sí, siempre muy prudente en sus respuestas, como temeroso de resquebrajar ese aura zen que desprende.
«Creo que hay que luchar por no darse demasiada importancia a uno mismo. Tengo los pies en la tierra. Soy un tipo normal que disfruta con lo que hace. Mi carrera me ha dado oportunidades magníficas, pero mi día a día es bastante normal. Puedo salir a la calle y moverme como cualquiera», manifestó el hombre cuyas películas han recaudado más de 3.000 millones de dólares en todo el mundo.
Su carrera siempre estará ligada a Neo y la saga «The Matrix», que tiene más de un hilo en común con su nueva apuesta: «John Wick: Chapter 2», dirigida por Chad Stahelski (el doble en las escenas de acción de Reeves en la franquicia de las hermanas Wachowski) y coprotagonizada por Laurence Fishburne, quien encarnaba a Morpheus.
«Chad vivió todo el proceso de aquellos rodajes con las Wachowski; aprendió todos los recovecos y absorbió muchas ideas sobre movimientos de cámara y lo que debe tener un guion para que la historia funcione», manifestó Reeves, que retomó los entrenamientos de kung-fu para volver a interpretar al imperturbable asesino John Wick.
«Ser parte de ‘The Matrix’ durante tanto tiempo influyó en nuestras vidas y en quiénes somos. Y eso se aprecia en estas películas», añadió.
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En «John Wick: Chapter 2», de estreno el viernes, el legendario sicario regresa de su retiro debido a la amenaza de uno de sus antiguos socios, que planea hacerse con el control de un gremio de asesinos y que ha puesto precio a la cabeza del protagonista, en busca y captura por todo un ejército de criminales.
«Con la primera parte creamos algo realmente atractivo y la gente me pedía constantemente que hiciéramos otra», admitió el actor, orgulloso de la violencia estilizada del filme, repleto de tomas largas muy coreografiadas, sin apenas cortes en la acción y con peleas impactantes.
«A John le dan palizas muy serias. Le tiran por las ventanas, le atropellan, le disparan… Supongo que es parte de su encanto. Nada le detiene y sigue luchando. Tiene ese deseo de seguir adelante. A pesar de estar cansado y magullado, se recupera rápido. Es una metáfora, intensificada y exagerada, de los retos diarios para cualquiera», manifestó.
Reeves, que cita a John Wick como uno de los papeles de los que más se enorgullece en su carrera, no le hace ascos a las similitudes que muchos ven con Liam Neeson y su sorprendente destreza como figura de acción madura en cintas como la saga «Taken».
«Ser considerado un ‘tipo duro’ de Hollywood es un honor», reconoció el intérprete, capaz de aniquilar sin casi despeinarse a 84 personas en la primera parte y de elevar el número a 141 en esta nueva entrega.
Pero cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Reeves, al contrario que su personaje, disfruta con las pequeñas cosas de la vida: «Mi idea de la felicidad es una buena comida, un buen vino y montar en moto por Sunset Boulevard».
No es un discurso extraño para alguien que vivió en hoteles y caravanas hasta 2008, cuando compró su primera casa.
Nacido en Beirut y criado en Canadá, a los 20 años se subió a su primer coche -un Volvo 122 de 1969- y condujo desde Toronto hasta Los Ángeles en busca de una oportunidad como actor. Era la época en la que soñaba con formar parte de ese Hollywood de las estrellas que año tras año, junto a su madre, veía en cada ceremonia de los Óscar.
«Por entonces, aquello significaba algo para mí. Hoy no es algo que me obsesione, aunque si ocurriera, no me lo tomaría a la ligera», declaró, consciente de que sus dotes interpretativas nunca despertaron clamores entre la crítica.
Sus victorias son otras. Y el público está con él.
«Eso es lo fundamental. Mi intención siempre fue conectar con el espectador», finalizó.
Fuente: EFE