La tierra ruge y los rascacielos del distrito financiero de Los Ángeles se desmoronan, atrapando a miles de personas bajo sus escombros. Una escena triste que Ecuador conoce muy de cerca.
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Junto con el gran movimiento telúrico, un tsunami de proporciones bíblicas se adentra en la bahía de San Francisco, engullendo a su paso el icónico puente Golden Gate, antes de arrasar la ciudad californiana.
Estos son dos de los terroríficos escenarios que presentaba «San Andrés», película protagonizada por Ray «la Roca» Gaines que se estrenó hace poco en los cines de todo el mundo y que ahora llega a la pantalla de HBO, con su estreno el 27 de agosto desde las 20:00.
En el film, Ray Gaines (Dwayne Johnson “La Roca”) es un piloto de rescate cuya vida personal no va tan bien como quisiera. Cuando la falla de San Andrés en San Francisco amenaza con provocar una catástrofe, Ray deberá buscar la manera de rescatar a su hija del caos.
Se trata de un argumento pensado para el disfrute de los amantes del cine de catástrofes, aunque cuando se habla de terremotos, la línea que separa realidad de ficción es demasiado delgada. Y este podría ser más que una premonición. En declaraciones recogidas por el diario «Los Angeles Times», científicos advirtieron desde la Conferencia Nacional de Terremotos, que se celebró en la localidad californiana de Long Beach, que la sección sur de la falla de San Andrés está «cargada y lista» para provocar un gran temblor.
La falla de San Andrés, que recorre California de norte a sur a lo largo de 1.300 kilómetros y que delimita la placa del Pacífico, es una de las más estudiadas del planeta, ya que en su práctica totalidad se encuentra sobre la superficie terrestre.
Este enorme fenómeno natural fue la causante del devastador terremoto de 7,8 grados que destruyó gran parte de San Francisco en 1906, provocando la muerte de más de 3.000 personas.
Aunque la extrema premisa de «San Andrés» tiene más de ciencia ficción que de escenario real, lo cierto es que esta superproducción de Hollywood fue un recordatorio de que, tarde o temprano, la falla volverá a quebrarse y los más de 38 millones de personas que viven en sus inmediaciones tienen que estar preparadas, al igual que todos quienes vivimos cerca de fallas tectónicas, como ocurre en Ecuador.