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Independiente del Valle: “promueve deportistas y personas de bien para la sociedad”

El turismo, la cultura y el comercio marcan el ritmo de Sangolquí, ciudad cuna del «Tumba gigantes», como llaman al club Independiente del Valle, que disputará este sábado la final de la Copa Sudamericana contra el argentino Colón de Santa Fe.

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Situada a unos 45 minutos de Quito, Sangolquí vio nacer hace 61 años al equipo que, en poco más de una década, ha pasado de las divisiones menores a las continentales e, incluso, a la final de la Copa Libertadores, que perdió en 2016 ante el colombiano Atlético Nacional.


más que un equipo de fútbol, es una institución que promueve deportistas y personas de bien para la sociedad.

Y aunque hay muchos ejemplos de ello, sobresale el gesto del equipo cuando donó la totalidad de la taquilla de un partido para los afectados del terremoto de magnitud 7,8 que sacudió la costa en 2016.

DE CLUB DE ZAPATEROS a «TUMBA GIGANTES»

Poca, pero fiel, la hinchada del Independiente del Valle recuerda con orgullo los inicios del club, cuando un grupo de artesanos zapateros decidió formar un equipo pese a sus escasos recursos.

«El equipo nació bien pobre», contó Sandoval, quien fue arquero del club que surgió como «Independiente José Terán», nombre que cambió en 2014 a «Independiente del Valle» y al que suman varios motes, como «Los rayados», por su uniforme, y los «Tumba gigantes».

«Le tumbamos al River (Plate), no aquí sino en Argentina; le tumbamos al Boca (Juniors) y al Colo Colo (2016), y ahora le tumbamos al Independiente de Avellaneda, al Corinthians», enumeró para Efe este hincha de 75 años, enfundado en la camiseta azul y negra del equipo.

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Y aunque se mostró seguro del triunfo de mañana, si el resultado es adverso igual recibirán con bombos y platillos al equipo en una caravana desde el aeropuerto, pues Sangolquí estará «de fiesta».

DEL POCO INTERÉS A LA PASIÓN ABSOLUTA

Además de alimentos, la feria de Sangolquí incluye otros productos como plásticos, plantas o artículos de limpieza, como los que desde hace veinte años vende Laura Llerena en una esquina cercana al estadio donde juega el Independiente del Valle.


Y, como ella, muchos más, pues pese a que faltan pocas horas para el crucial partido la fiebre futbolera no ha llegado a todo Sangolquí, una ciudad donde los pocos hinchas de cepa sí están de fiesta, otros se muestran poco interesados y unos más, hasta indiferentes.

Algo que ha repercutido en el negocio de venta de camisetas del club de Margot: «Este año ha estado floja la venta», mientras que para la final de la Libertadores «hasta faltaron».

«Ojalá hasta el sábado venda», dijo esperanzada.

Pero mientras a unos en Sangolquí la final de la Copa no les da frío ni calor, desde la acera que lleva a su tienda de alimentos la familia de Sandoval no para de cantar las barras del equipo, mientras altavoces de otros locales lanzan canciones en honor al equipo y los conductores acompañan la algarabía con el claxon.

Y allí está Mayra Criollo que no para de saltar y cantar a los colores de su equipo: «Cuando yo me mueeeera, quiero mi cajóóón, pintado azul y neeegro, como mi corazón. ¡Independiente!». /EFE

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