Richard Carapaz tenía 10 años cuando encontró una bicicleta en la chatarra. No tenía llantas, tampoco asiento y estaba cubierta de óxido. Fue amor a primera vista o quizá una velada promesa de fama y fortuna para el ciclista ecuatoriano.
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Su cuñado Diego Castro recuerda que en cuanto Carapaz — flamante campeón del Giro de Italia — vio los restos de esa bicicleta entre otros hierros retorcidos que estaban en el pequeño camión, le pidió a su papá, Antonio, que se la diera.
«La familia no tenía para esas cosas. Por eso, cuando vio la bicicleta, Richard le rogó a su papá para que se la regale», relató Castro a The Associated Press. “Pocos niños en el pueblo tenían bicicletas”.
Carapaz dedicó tiempo y esfuerzo para arreglarla. Se convirtió en su compañera inseparable para ir a la escuela México, y a cumplir las tareas familiares del campo o la ganadería, como cualquier niño del poblado de El Carmelo, a más de 3.000 metros en los Andes ecuatorianos, 145 kilómetros al noreste de la capital.
Ahora, sólo debe solventar una contrarreloj en Verona el domingo para completar una notable consagración en la ronda italiana tras sus humildes inicios en Ecuador.
“Es una sensación y una situación únicas las que estoy viviendo estos días”, dijo Carapaz tras conservar el liderato general el sábado. “Mi familia, mi mujer y mis hijos, han venido de Ecuador para vivir juntos este sentimiento, y ahora solo nos queda una fracción por delante”.
El nuevo ídolo del deporte ecuatoriano nació y vivió en la provincia de Carchi, en la frontera con Colombia, donde el ciclismo es como una religión, con cientos de confesos seguidores. En medio del inclemente frío, deportistas de toda edad circulan por las carreteras, desafiando cuestas sin fin o lanzados en bajadas suicidas, muchos de pelo cano y niños que apenas llegan a los pedales.
A los 15 años, Carapaz ingresó al equipo aficionado Coraje Carchense por el cual compitió en Colombia, y luego a Panavial, en el inicio de una meteórica carrera en escuadras colombianas, mexicanas y europeas.
En 2013 logró su primer triunfo en el Campeonato Panamericano Sub23, pero al año siguiente su mundo se derrumbó cuando fue atropellado por un vehículo y quedó seis meses sin hacer ciclismo en medio de sombríos pronósticos médicos que decían no podría caminar y menos regresar a la bicicleta.
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Ello no fue obstáculo para sobreponerse y ganar el título en la Vuelta de la Juventud en Colombia en 2015, un precedente importante para que el equipo español Lizarte lo fichara para la temporada 2016, en donde cumplió con una excelente campaña. Aún como aficionado, ganó la Vuelta a Navarra en 2016 y la Vuelta a Asturias, ya como profesional.
En agosto de ese año, Carapaz fue fichado por Eusebio Unzué, gerente general de Movistar, el equipo con el que está disfrutando alcanzar hitos para el ciclismo ecuatoriano. Irrumpió con una victoria de etapa en el Giro de 2018, en el que ocupó la cuarta posición en la clasificación general, lo que lo puso en la mira de sus rivales.
Este año, Carapaz ratificó sus condiciones: ganó la cuarta etapa de la ronda italiana, desatando un verdadero carnaval en Tulcán, la capital provincial. Su triunfo en la 14ta etapa, días antes de cumplir los 26 años, le permitió apoderarse de la maglia rosa como líder de la clasificación general, situación inédita para un ecuatoriano en los Grand Tours.
Su sobrina, Salomé Castro, de cuatro años, quien también está empezando en el ciclismo, le envió un mensaje el viernes: “Papichicho (Richard) vas a ganar el Giro, te quiero mucho”.
Con información de AP