En silencio y con un millón de recuerdos, las lágrimas brotan de Michael Schumacher, el ex piloto de la Fórmula 1, quien desde el 2013 se encuentra postrado, sin posibilidad de moverse tras el terrible accidente de esquí que sufrió en Meribel, Francia.
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Desde la cama de un hospital, salió del coma; se fue a casa, misma que se ha convertido en su clínica. Desde su silla de ruedas, sin movilidad y sin poder hablar, observa la vida pasar lentamente, tal como ha sido su recuperación, pero con la fe intacta, de que esto, algún día pasará.
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El llanto brota en cuanto es acercado a la ventana al mirar la belleza de la naturaleza que lo rodea. «Cuando lo pones en su silla de ruedas frente al hermoso panorama de las montañas que miran al largo, Michael a veces llora«, mencionó uno de sus familiares a la revista Paris Match.
De acuerdo a la información publicada en dicho medio, la recuperación de Michael es lenta, muy lenta. Pero al pasar de estos cinco años, se han visto ligeros avances. Ya se mete a la piscina y experimenta algunos movimientos. El caminar y hablar, se le han negado, pero él no desespera.
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Uno de los momentos que más lo emociona es cuando los médicos realizan estimulación cerebral con él, le ponen unos audífonos en donde escucha sus mejores recuerdos: los motores de autos de competición.
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Antes del terrible accidente que cambió radicalmente la vida del alemán, dijo que Corina Betsch, su esposa, era su ‘Ángel Guardián’. Y no se equivocó, ya que sin su ayuda, sin su motivación para seguir adelante, la historia de Michael sería otra. «Por estas pocas lágrimas, y por el amor que ha sido fiel a Michael durante casi tres décadas, Corina quiere creer que la tragedia no es irreversible«.
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