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Sin Lionel Messi, sin seleccionador, en riesgo de no jugar los Juegos Olímpicos y con la federación sumida en la anarquía y el descontrol, el fútbol argentino está sumido en una crisis de consecuencias imprevisibles, pese a ser subcampeón mundial y gozar del mejor jugador del planeta.
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La cantera de futbolistas más codiciada es hoy un caos en el que las convulsiones en la selección nacional son apenas la punta del iceberg, con la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) intervenida por una comisión normalizadora de la FIFA bajo amenaza de una eventual desafiliación si la situación no se encauza.
La renuncia hoy del seleccionador Gerardo Martino se precipitó por sus dificultades para reunir un número mínimo de jugadores para los Juegos de Río 2016 ante la negativa de los clubes a ceder futbolistas, apenas un indicativo de que los obstáculos que enfrentó en su gestión que fueron más allá de lo deportivo.
La dimisión tuvo lugar nueve días después de que Messi renunció a la selección abatido luego de perder tres finales consecutivas, la del Mundial de Brasil 2014 y las de las Copas América 2015 y 2016, agotado además por el desmanejo en la federación local. Como nunca antes, dos días antes de medirse a Chile por el título, el cinco veces Balón de Oro había estallado de furia públicamente al asegurar en las redes sociales que «los de la AFA son un desastre».
La selección bicampeona del mundo fue a la edición centenaria de la Copa América bajo la enorme presión de sólo volver con el trofeo en alza, luego de haber repuntado en las eliminatorias sudamericanas que en un principio parecían dejar a la Argentina fuera de Rusia 2018.
Pero debió viajar a Estados Unidos sin sus habituales sparrings porque las selecciones juveniles hace tiempo están sin técnico por la crisis federativa, sin fondos para armar un gimnasio en la previa del certamen en California y con problemas organizativos.
Martino, quien venía de dirigir a Messi en el Barcelona en una breve y complicada temporada, había conseguido afianzar su estilo ofensivo y el título que pondría fin de una vez por todas a una sequía de 23 años parecía al alcance de la mano. El último torneo conquistado por la «Albiceleste» fue la Copa América 1993.
Pero la derrota por penales ante Chile, el mismo verdugo de la edición 2015, y los problemas que tuvo para armar el equipo olímpico aceleraron el desenlace.
La crisis del fútbol argentino es de larga data pero quedó expuesta a la luz tras la muerte de su histórico jefe, Julio Humberto Grondona, el 30 de julio de 2014. El poderoso e influyente dirigente presidió la AFA durante 35 años y fue uno de los hombres fuertes en la FIFA. Según el FBI, también fue uno de los supuestos protagonistas del escándalo de corrupción que sacudió al fútbol internacional.
Dueño de un estilo muy personalista y discrecional, Grondona resolvía con pocas palabras cualquier conflicto. Armó y diseñó torneos a su antojo y el de los interesados en los derechos de televisión. Desarmó el sistema de dos torneos cortos anuales con 20 equipos en primera división para crear un «súper torneo» largo con 30 clubes que desorientó a todos, a la vez que distribuyó los multimillonarios fondos que percibía de los derechos de televisación con criterios sospechosos y por los que hoy está procesado por la Justicia su sucesor Luis Segura.
Su desaparición expuso los desmanejos financieros y una fuerte pelea intestina por su sucesión.El sillón de la AFA y de la selección con el mejor jugador del mundo es uno de los puestos más codiciados en Argentina. Pero para muestra del descontrol alcanzó la elección del nuevo presidente en diciembre pasado, cuando hubo más votos que votantes y todo debió suspenderse.
Sin acuerdo ni consensos entre los clubes grandes y los pequeños, con la aspiración de los más importantes de armar una «súper liga» profesional y los reclamos de dinero por parte de las entidades que juegan en divisiones inferiores, la FIFA decidió enviar una comisión normalizadora mientras la Justicia argentina mantiene una veeduría para controlar el caos administrativo.
Los multimillonarios fondos que aporta el Estado argentino desde 2009 a la AFA por la televisación del fútbol están en el centro de la investigación, con la mayoría de los clubes en situación de quiebra o importantes rojos administrativos.
«Hay que hacer un mea culpa. Algo se hizo mal», reconoció hoy Claudio Tapia, presidente del club Barracas Central y, en principio, vicepresidente de la AFA, aunque los cargos de la actual dirigencia del ente rector son tan inciertos como el futuro del fútbol argentino.