Todo está listo para el combate: los peleadores fueron pesados, eligieron a su rival, las apuestas quedaron hechas y los jueces entran a la arena.
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Tras una señal, los soltarán y uno se abalanzará sobre otro.
Y, salvo que alguno muera o sean tantos los golpes y los cortes que ya no pueda seguir, la pelea se extenderá por 12 minutos.
Mientras, el público, dependiendo de sus apuestas, deseará la muerte o alentará con vítores y gritos al del bando de los rojos o el de los azules.
No es una pelea de lucha o de boxeo, ya que se combate generalmente a muerte. Y tampoco luchan humanos, sino aves.
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Es la escena recurrente de cada sábado en el Club Gallístico de Puerto Rico, la autodenominada "meca mundial del gallo fino", uno de los sitios turísticos alternativos en el este de San Juan.
Allí, como en más de 70 "galleras" de toda la isla, decenas de personas se reúnen cada fin de semana para participar en el que consideran su "deporte nacional", "el más antiguo del país", el "deporte de los caballeros": las peleas de gallos.
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Pero ahora, eso va a cambiar.
El Congreso de EE.UU. aprobó la pasada semana un proyecto de ley que incluye la prohibición de esta actividad en todos los territorios de la Unión (también en el "estado libre asociado" de Puerto Rico) y el presidente Donald Trump la firmó este jueves.