Era ella. Ximena, de 16 años. Estaba muerta.
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Erika casi se desvanece. Lloró amargamente. Fue terrible reconocer a su hija. Así, con su carita de niña, pero con la piel casi pegada a los huesos. Una joven que desbordaba energía, a la que le gustaba bailar y no paraba de sonreír.
Ahora yacía pálida, sin vida.
"Fue horrible verla muerta. Pero a la vez también me dio tranquilidad encontrar su cuerpo. Había pasado largos meses de angustia, sin dormir, sin saber dónde estaba", explica la madre.
Erika Aranda y su esposo, Juan David Sánchez, consideran que haber recuperado el cuerpo de su hija Ximena es un pequeño logro dentro de la pesadilla que han vivido desde mayo, cuando perdieron el contacto con ella y después supieron que había sido víctima de feminicidio.
Este 12 de diciembre recuperaron su cuerpo, que había sido enterrado en una fosa común en julio.
La familia vive en el Estado de México, uno de los estados con más crímenes contra de las mujeres en todo el país.
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La fiscalía del Estado investiga como feminicidios 64 casos que se produjeron entre enero y agosto de 2018.
Pero el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio, una alianza de organizaciones de derechos humanos y de mujeres, asegura que en ese mismo periodo de tiempo fueron asesinadas 400 mujeres.
"Como peticionarias de la alerta de género y acompañantes de casos, los revisamos uno por uno y hemos determinado que reúnen características del tipo penal de feminicidio", explica la directora de la alianza, María de la Luz Estrada.
Bajo su criterio, esto incluye: mujeres que fueron brutalmente asesinadas o cuyos cuerpos presentan lesiones inflamantes o signos de violencia sexual, o aquellas que fueron privadas de la libertad o desaparecidas. "Hemos encontrado que la fiscalía solo investiga como feminicidio cuando se tiene como victimario a la pareja".
El 60% de ellas son jóvenes como Ximena, de menos de 17 años.
Estaba embarazada
Ximena era la mayor de los cinco hijos de la pareja y estudiaba preparatoria. Quería ser enfermera.
Había pasado por una situación difícil con sus padres cuando en el mes de febrero les anunció que se iba a vivir con su novio, varios años mayor.
"Yo no quería que se fuera porque era muy joven, pero tampoco podía detenerla. Me acordaba cuando yo me enamoré, también era chica. Prefería que ella no se fuera de la casa a escondidas", dice Erika.
La familia vive en Melchor Ocampo y Ximena se fue a vivir a Zumpango, a unos 16 kilómetros y también en el Estado de México.
La última vez que su madre la vio fue el 20 de abril. "Me dijo que estaba embarazada. Le pedí que se hiciera las pruebas médicas porque se había hecho solo unas de farmacia. A mí me parecía que era demasiado pronto para su edad, pero ella se veía feliz y se agarraba la panza", cuenta entre lágrimas.