El investigador peruano Omar Flórez se prepara para un futuro "muy, muy cercano" en el que las calles estarán llenas de cámaras de vigilancia capaces de reconocer nuestros rostros y recabar información sobre nosotros a medida que caminemos por la ciudad.
Explica que lo harán sin nuestro permiso, ya que son espacios públicos y la mayoría no solemos taparnos la cara al salir de casa.
Nuestro rostro se convertirá en nuestra contraseña y, cuando entremos a una tienda, esta nos reconocerá e investigará datos como si somos clientes nuevos o asiduos, o en qué lugares hemos estado antes de cruzar la puerta. De toda la información que recabe, dependerá el trato que nos dé esa empresa.
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Flórez quiere evitar que aspectos como nuestro género o color de piel formen parte de los criterios que esas compañías evalúen a la hora de decidir si merecemos un descuento u otra atención especial. Algo que puede suceder sin que las mismas firmas se den cuenta.
La inteligencia artificial no es perfecta: incluso si no es programado para hacerlo, el software puede aprender por su cuenta a discriminar.